La semana empezó, yo también

La mañana que empieza, la nueva semana. La ruta conversada. Los taxistas que cuentan historias. El golpe que nos da un miniauto, el pisotón de la señora que me entierra un tacón en Transmilenio. El clima indefinido. La lluvia que cae sin tregua. La gratitud por mis desayunos coloridos y contundentes, por las cenas breves de recapitulación de cada día, por el cariño que se siente en casa. La osadía por tratar de dar respuesta a todo. Los recuerdos que vienen de ayeres bonitos. Los instantes que se borraron y volvieron a aparecer. Las ilusiones por un futuro sereno y tranqui. Una dicha ser consciente de mis muchas versiones, sin saber todavía cuál me queda mejor. Si alguna me queda bien. Todavía mucho por aprender, descubrir, explorar. Parar, intentar meditar, fracasar. Asomarme a la ventana, divagar sobre el más allá. Elegir la sonrisa por encima de todo. Caminar despacio al café que ahora tomo con leche de soya. Libros, series, podcasts que empecé con más o menos gusto y he ido abandonando poco a poco. El tiempo que no se estira, que se escurre, desaparece. Mis intenciones por ser productiva que se desvanecen en cuanto enciendo el computador. La poca paciencia que me queda para los trabajos inútiles. Arranco desde cero, otra vez.

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