Descansar
Primero de mayo. Sin
alarma, dormir hasta que el cuerpo lo pida. No pidió mucho: antes de las siete
ya estábamos despiertos. Nos lo tomamos con calma y salimos de brunch. Panes
riquísimos, huevos exóticos y una avena con manzana y canela con el dulzor
justo. Luego, de vuelta a casa, a descansar —a hacerle siesta al brunch—. Leer,
escribir un rato, dejar que las horas pasaran, y luego, salir en busca de
almuerzo.
Al terminar la tarde,
partimos al teatro. Vimos El Padre. Una historia que lo tiene todo
para exaltar el talento actoral: conmovedora, dolorosa, pero profundamente
real. Un elenco estupendo dio vida a cada emoción con autenticidad y entrega.
La escenografía, sencilla pero suficiente, como las luces y la música,
acompañaron sin distraer. Nos gustó mucho. Además, la escena final me sacó
algunas lágrimas… La realidad, a veces, escribe los finales con una crudeza de
la que solo queremos escapar. Sin duda, vale mucho la pena verla.
Y
así se acabó el día. Otra vez. Tenemos tantas, demasiadas cosas por las que
agradecer.
P.|D. Pensé en repetidas ocasiones durante el día que vendría muy bien un jueves feriado comenzando cada mes. Un día de tregua para sonreír y disfrutar, como todos días, pero sin trabajar. Se me ocurre, quizá, tal vez. Digo. Nada más.
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