Quiero perder el tiempo

Mientras me da el solecito en la cara. Mientras me tomo una copa de vino blanco con hielo y veo el verde del jardín y de un poco más allá. Pero es martes, estoy en la city, fue un día largo de trabajo, de reuniones aburridas y poco productivas. Perdí el tiempo, pero no como me gusta, así que ahora decidí tomar una copa, partir una tajaditas de pan, derretir un trozo de queso y sentarme a ver un cuadro. Pancho no está y el joven se escabulló. Me comento el cuadro mentalmente, pienso en el lugar de las plantas que compré el finde y hago un viaje imaginario… varios viajes. Mientras la copa baja su nivel decido aceptar tranquilamente que no podré nunca estar segura de nada. Que la existencia seguirá transcurriendo entre jornadas repletas de rutina. Que la vida se va tejiendo día tras día, inmersa en la repetición de lo habitual. El gris del cielo, la lluvia, la monotonía diaria. Lo pienso quizá porque estoy sola, aprovecho la soledad y el silencio, busco, por un instante, una pausa a pedazos. O simplemente porque quiero dejar por acá un testimonio. Ya vengo otra vez con una serie de incoherencias derivadas del cuadro o la copa. O de las ganas que a veces me dan de asomarme a lo desconocido, total nunca es tarde para cambiar de rumbo… aun cuando sé que puede que no llegue a ninguna parte.



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