Entregados a la vida campestre
Después
de varios días de cielos azules y sol, una brisa muy suave y temperaturas
primaverales, ayer amaneció fresco y húmedo. En la noche del viernes por fin
llovió. Pero lo que pensamos sería una jornada gris, resultó ser otro sábado
veraniego. Y hoy repetimos tiempo meteorológico, anoche algo de agua y hoy de
nuevo brilló el sol. Termina así una semana bajo los rayos solares, a la sombra
de los árboles, en medio del canto de los pájaros y escapando del tormentoso runrún
de los cucarrones que se anticiparon a mayo y ya dan vuelta, de golpe en golpe
sobrevuelan el jardín y uno que otro se entra a la casa.
Tuvimos
días de relajo absoluto. De verde, vida y verdad. Trabajé un poco, pero solo un
poco, logramos la intimidad de los afectos y también desconectar para que
brotara la gracia de la inspiración, la creatividad, incluso la sabiduría. Ja.
¿Por qué no? Así que con tantos talentos potenciados comimos rico, Pancho
innovó con las preparaciones diarias, mi má leyó y anduvo por el prado
cerciorándose del crecimiento de cada planta, el joven vio series, pelis y pasó
su malestar griposo en la oscuridad de su cuarto, entretanto capturé el color
de las flores y descubrí realidades invisibles para el ojo urbano. Todos vimos
las fotos de la sister siendo feliz en el desierto y en el salar, seguimos con
los preparativos de la fiesta que se anticipa, conversamos largo en
interminables sobremesas sobre el ayer, el acontecer y quizá el futuro cercano.
También ignoramos los aranceles, las reformas, la consulta, el odio y demás
asuntos noticiosos. Hicimos pausa, una muy necesaria. Habitamos un alto que me
recordó que lo que me gusta es la vida silvestre, la familia, la aventura de
campo. Estuvo bonito.
Y ahora, con fuerzas recuperadas, estoy lista para un lunes de Pascua que seguro estará repleto de desafíos…que sabré enfrentar. Dormiré con la convicción de que las cosas resultarán de la mejor manera.
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