Reflejos lluviosos
A veces la vida es
gris. Y este a veces empieza a ser casi a diario, dejó de ser excepcional la
lluvia. Otra vez. El agua se nos vino encima, pero el racionamiento sigue.
Llueve en cualquier parte, no donde más se necesita. Algo así dicen.
La innumerable lista
de tonterías, desatinos, errores, torpezas, despropósitos e impulsos insensatos
de los gobernantes del planeta sigue llegando en aluvión, y, como el agua, cae
en donde menos se necesita. Aunque nunca se necesita la falta de juicio, pero
me refiero a que siempre termina afectando a los más vulnerables. Y eso del
planeta suena lejano, pero el malestar diario se siente aquí mismo, en la
vecindad.
Cada vez más
desencantada, sí, pero como ya no espero nada de nadie ―hace ratísimo
soy consciente de que nos toca “cada uno, cada uno”―, no seré bruma como
el amanecer, en absoluto. Dormí profunda, soñé con risas, mías la mayoría,
desayuné rico, anduve varios kilómetros. Es un día de trabajo a medias, tareas
que tengo que hacer, pero sin reuniones. Parece ser un buen martes y vamos a dejarlo
así.
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