Recuerdos y vericuetos
Lo que marzo nos dejó
además de sus amaneceres oscuros y los múltiples días de lluvia: mucho ruido,
muchas pelis, muchos pasos, tipos diferentes de personas, nuevos restaurantes,
mucha cafeína, muchos vinos. Se fue el
mes con sus celebraciones, cumpleaños varios, encuentros, paseos. Un poco de
todo, como siempre:
La algarabía del nuevo
vecindario. Saturación de sonidos, también de sensaciones. He
estado abocada sin remedio a una nueva rutina acelerada y ruidosa, a la suma de
olores nauseabundos: marihuana mezclada con chorizos y muchas frituras. El
trabajo de ahora en el centro. La sede es una casa, grande y antigua. Bonita. Estar
allí, en los alrededores, se ha convertido en una epopeya al ritmo insostenible
de la vida diaria, en calles que parecen cada vez más estrechas. Me siento
entre eufórica y exhausta casi siempre… Me pregunto si seré capaz de escapar de
la espiral de este caos repetitivo y “musical”, o si me daré por vencida.
Más peliculeros que
siempre. Estuvimos en cine varias veces, sin proponérnoslo superamos
récord de pelis vistas en un mes… eso creo, porque puede ser que alguna haya
sido de febrero, ya no recuerdo. Cada peli con su estilo único, todas me
gustaron, obvio unas más que otras: Cónclave estuvo llena de tensión, intrigante,
me mantuvo en vilo y como no tenía ni la más remota idea sobre la trama, me
encantó. Del Brutalista ya había dejado algún comentario, la encontré
espectacular, mente, drama, incluso el entorno arquitectónico estuvo
interesante. Anora quizá fue mi preferida. Flow estuvo linda. El Diario de
Bridget Jones… no fue su mejor versión, pero estuvo bien para entretenerse un
rato, entrañable y divertida, aunque le sobraron varios minutos. También vimos
Mickey 17, ciencia ficción con toque filosófico.
Caminé en semana casi
todos los días. Procuré superar las 11 km diarios de
febrero. No lo logré, pero casi. Igual agregué un par de kilómetros corriendo,
quizá más… estuve a punto de desfallecer, pero se sintió bien, agotador, pero
bien. Tal vez es cosa de práctica, no sé. Quizá sirva para las novedades de mi
cuerpo, nunca se sabe: Resulta que tengo celulitis. No la veo. Ni siquiera
cuando me miro de reojo en el espejo de pared, está detrás. Por delante no se
ve, no hay. Pero una foto delató el estado y colapsé. Convivo en paz con mis rollos,
pero esto me supera. No es extremo,
creo, no, para nada, pero molesta, qué le voy a hacer.
Reuniones
insustanciales. Incompetencia, miedo, falta de
visión, egoísmo, da igual de qué lado son, todos han sido incapaces, faltos de
talento para dar el salto, para aprovechar la oportunidad. Se ve en los medios,
se siente en el ambiente, se vive de vez en cuando. Entre una profusión de
proyectos, valores, municipios y referencias técnicas, y en medio de un aluvión
de informaciones, plazos, hitos y compromisos, el tiempo se pierde y es justo
lo que menos hay.
Los fecundos y muy
diversos campos de la tierrita. La huerta ha estado productiva
y nosotros felices. No estuve tanto como me habría gustado en el campo, pero las
cosechas llegaron y fue fascinante, sigue siéndolo.
Cumpleaños muchos. Además
de celebrar los cincuenta y pocos de Pancho, festejamos el acercamiento al
quinto piso de Moni y la juventud de Jenny y Zulma. Colores y momentos que, año
tras año, marcan cada cumpleaños con amigos, siempre distintos, pero igual de
auténticos. Todo rodeado de brindis, buenos deseos, risas y platos deliciosos.
En fin, marzo se acabó
y supongo que pasó todo como debía. Así es la vida.
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