Sábado al sol

Fue ayer. Estuvo lindo. Un recorrido corto, pero congestionado, aun así llegamos con media hora de anticipación, demasiado pronto para mis estándares, pero Pancho evita a toda costa ser impuntual. Esta vez, curiosamente, no fuimos los primeros. Encontramos el lugar del evento y de repente un manto silencioso entró en escena. En medio de este valle de lágrimas en el que se convierte la city en un sábado decembrino, llegamos a un jardín enorme en un ambiente sereno, fue como llegar a un oasis de calma. Dimos un paseo corto descubriendo flores, saludamos por aquí y por allá y luego empezó el espectáculo. La amplia gama de colores, los milagros del vino, la magia que flotaba en el aire, el enamoramiento, los varios mojitos, los trocitos de salmón ahumado… la buena onda, los amigos, la familia, los pétalos al viento, las burbujas, la algarabía y el festín. Las declaraciones de amor y los agradecimientos. Pasamos toda la tarde al sol hasta llegar a las horas de oscuridad iluminadas con luna llena, o casi llena. Brindamos y bailamos con los novios, repartimos nuestros mejores deseos y esperamos que estos chicos que tanto amor demostraron se quieran hasta siempre. Y aún después.

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