Común y corriente

Segunda semana de diciembre, la cesantía se lleva con estilo, si señores, se mantiene todavía… y se mantendrá. Que todo es terrible dicen por ahí, pero que nada es muy grave también; que no hay que exagerar, que qué más da que todo resulte insólito; que nada será de blanco o negro, sino todo lo contrario; que lo importante es conservar la esperanza, que todos los males que azotan al mundo agobian a cualquiera, pero en fin, por acá estamos y, por lo pronto, seguiremos también. 

Esta semana he paseado por el centro. He subido un par de cerros, uno urbano, otro más silvestre. La Candelaria, las Moyas, Usaquén, el parque el Country y Santa Ana son algunos de los escenarios en los que me he movido. La Candelaria resiste vibrante y viva. El country se ve como un antejardín desde las alturas, Usaquén parece que se quedará en obra lo que me queda de vida; el ascenso en Santa Ana es suficiente para que el corazón lata con fuerza y las Moyas, bueno, la dicha del páramo en la city es lujo total. Qué hermosos lugares. Qué tranquilidad en algunos, qué caos en otros. La semana terminó de compras espontáneas e inesperadas… sólo a nosotros se nos ocurre ubicar tienda en la NQS… encontrar estacionamiento fue desafiante, y en un par de cuadras atravesamos un panorama postapocalíptico bastante anárquico, pero… estrenaremos mesa de jardín en breve 😬 Lo bueno de la cesantía es no preocuparse por si estoy en día laboral o en finde. Escojo destino y salgo. No tengo trabajo todavía, pero la vida sigue, claro, y hay que vivirla.






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