Pura felicidad

Un finde cálido que regresa con noviembre. Intenciones de celebración que este año han vuelto a acercarnos a Barichara.  Un trayecto que empezó ayer desde muy temprano, un almuerzo parrillero en el Patio -de nuestros favoritos-, algunas copas de sangría, genovesa de postre en don Jacobo, y tarde de hotel viendo nubes, ramas, y uno que otro pájaro bajo el sol del trópico. Salimos después. Encontramos cuestas, andenes estrechos, también escalones altos, tiendas, cafés, restaurantes, una librería muy actualizada, y por supuesto puertas y ventanas de lindos colores, puertas y ventanas que esconden historias, historias corrientes. Callejeamos sin rumbo fijo, un poco a la deriva, perdidos por los rincones del pueblo mientras llegaba la noche, comimos paleta y regresamos a descansar. 

Y haciendo gala de nuestras rutinas santandereanas, hoy, despiertos desde la madrugada con las campanadas de la iglesia, nos hemos puesto zapatillas nuevamente para recorrer el camino real hasta Guane. Una pausa para pensar en el paso florido y levantar la vista del suelo, disfrutar el paisaje, un pájaro, otro, avanzar para ver si hay novedades en la ruta. Hay verde, terracota, calorcito humano, entusiasmo. Sumamos pasos a la vida y lo mejor fue que anduvimos solos casi todo el tiempo, con la suerte de disfrutar el entorno para nosotros nada más -necesitamos estar solos de vez en cuando-. Llegamos después al pueblo, tomamos avena y milo, hablamos de futuros, recuperamos energía y estuvimos listos para el retorno… en bus porque el sol estaba intenso. Dimos vuelta otra vez, nos tumbamos a descansar un rato y partimos por almuerzo de campeones. ¡Qué rico estuvo! Brindamos con Tarapacá e hicimos sobremesa en una panadería céntrica, otra vez con genovesa, pero ésta con toque de café, estupenda. La tarde la pasamos en remojo, al viento un rato, oyendo por instantes la música que llegaba del pueblo, con suavidad, por fortuna. Un rato burbujeante con agua caliente, en medio de las fantasías de la conversación sobre películas y proyectos, otro dando suaves brazadas para espantar el frío de la piscina. Duro poco el domingo. La belleza y la emoción son efímeras.



















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