De cuando empezó la celebración

A veces es necesario un día de paréntesis y qué mejor que escoger el del cumple. Una mañana que comenzó con luz de vela, torta de chocolate frambuesa y muchos regalitos, continuó con desayuno de celebración -con menos de los tres gatos habituales- y siguió libre de planes. El único propósito de la mañana fue disfrutar el verdor de la montaña después del aguacero y del cielo que empezaba a brillar en medio de los rayos de sol mentirosos que en cualquier instante se podían esconder tras las nubes gordas. Eso, mientras avanzaba la vida real. Pasado el mediodía cumplí una cita para almorzar platos de la tierrita, todo un mosaico de sabores típicos que no dejó espacio para el postre. Tardecita de vino, más torta y otros varios regalos y noche de cine para terminar. Un drama de peli que me hizo derramar lágrimas, pero me gustó, fue el regalo del joven, quien parece querer ver todas y cada una de las películas que salen. Abandoné la rutina opaca del constante laborar que a veces quita el aire y le puse un poco de color a la jornada. Total, si estoy de día de cumpleaños lo estoy, me lo creo. Fue como esos días de celebración en la uni. Plan desde muy temprano y fiesta durante el día completo.








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