Realidad fuera de la imagen
Un sábado tranqui. Sin
presión, sin exigencia. Obedeciendo a mi madre que inteligentemente me dijo que
descansara. Me tomé el día para leer un rato, tomar una copa, arrastrar las
partículas que quedan en el margen de la semana, no hacer nada.
Tomar un café de
madrugada. Bien pensar mientras amanece. Sentir los sonidos del campo al
despertar. Percibir el brillo que queda tras la lluvia nocturna. Transitar
senderos olvidados con la mente. Sentir la tibieza de un tenue rayo de sol que
sale entre las nubes. Abrazar con intenso deseo de agradecer. Quizá sólo un
domingo más, pero no.
***
Plan. Subámonos
en una nube algodonosa y mullida con el último sol de la tarde. Demos un paseo
en el aire blanco y dejémonos llevar por un rato. Seamos esa ilusión etérea,
seamos lo que jamás seremos. Tendremos un paisaje atrás y otro enfrente,
esperándonos, mientras vemos desde el aire el mundo efervescente antes de
deshacernos con la velocidad de un relámpago.
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