Últimas horas
Rutina.
Además de desordenada, y francamente sucia, la ruta a la oficina sigue teniendo
su encanto. Los cerros se ven siempre lindos, con cielo azul mucho más. Aprendí
a existir en este entorno, con los habitantes de calle ahí, bien a la vista, en
todas partes y a todas horas. Les sonrío cuando puedo, pero tienen la mirada
perdida. A veces fuman, se drogan, es una tragedia urbana. Es doloroso. Sin
embargo, cada día encuentro algo nuevo y escojo lo mejor. Hoy seleccioné otras
calles, gente nueva haciendo lo habitual, otros puestos de arepa, café, fruta.
Si no tuviera mi desayuno insuperable en casa, me atrevería con uno callejero.
Mapas y laberintos en la planta. Mis pies andan rotos, cansados, dañados. Los quiero, pero no los cuido los suficiente, parece. Durezas plántales, pequeñas heridas y ampollas, todos los males concentrados allí. Me llevan a donde quiero, no me han dejado caer, no mucho, al menos. Quizá me duelen un tanto… quizá el peso de mi cuerpo ha aumentado, tal vez no he cambiado de zapatos tanto como debería, es posible que sus huesos y articulaciones requieran más cariño y atención de la que les doy. Noto hasta ahora que están llenos de huesitos, tendones, supongo que también de músculos… revisaré su anatomía, y mientras tanto los cuidaré con diligencia. Empecé anoche, después de ver “La sustancia” y todas las transformaciones del cuerpo llegué a darles masaje relajante. Lo merecen.
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