Aguado
Como siempre, para
procesar mi existencia escribo de mis asuntos, el paso de los días, los paseos,
los encuentros, revelo intimidades varias, pero no llevo un diario. Me invento
algunas cosas, otras las exagero, dejo también una que otra tontería, de vez en
cuando alguna reflexión, notas para mi yo del futuro, a veces mis tareas de la
uni quedan por acá, todo mezclado, sin obedecer a categoría alguna, pero todo
queda etiquetado, ja. Creo que lo que pasa es que me gusta romper el hilo, ir
por múltiples direcciones, cambiar de tono, fluir con el ritmo del día, dejarme
llevar con la luz del acontecer diario, o con su oscuridad. Tengo muchas más
cosas en la mente de las que escribo, pero desde mitad de semana, con el
escenario que se percibía helado y muy salpicado, después de una larga noche de
lluvia y amanecer despejado, se me ocurrió que podía ponerme al día. No
alcancé. Una cosa y otra me hicieron detener, suspendí la escritura, preparé
comida, hablé y hablé hasta que me dormí no mucho después de haber comenzado.
Lo intenté de nuevo ayer, pero se me fue la idea… quizá mejor anoto por acá una
entrada con sucesos de hace días, aquellos sobre los que no he dejado impresiones
y sensaciones, y antes de que octubre vuele y mi memoria me haga malas jugadas,
recapitularé, porque sí hay algo que me gusta, es eso de abrazar y atesorar
recuerdos.
Empecemos…. Tengo
episodios desde marzo, la semana Santa que documenté incompleta, pero en
popurrí de eventos, agregaré los de la semana de receso, no entraré en
detalles, por supuesto. Fueron aquellos días de descanso en el mismo destino,
esos días tranquilos y equilibrados de pausa. Los mismos que necesitaban de la
energía que desprenden las aventuras, esas a las que no nos resistimos. Y en
esos días, como en los de cada paseo, no faltaron retrasos en la agenda, ni
cambio de planes, ni cielo encapotado, ni platos y brindis estupendos, ni, por
supuesto, una compañía magnífica. Veamos.
Un paraíso, otro
paraíso en la montaña. Visitamos otra vez el nevado, ese
trozo de cordillera lleno de maravillas. Definitivamente me fascina volver a
los lugares que me hacen feliz. Con el corazón y los ojos muy abiertos tuvimos
un instante mágico en el que apareció el nevado inmenso y muy blanco,
percibimos el sonido de nuestra respiración y el de un colchón de agua, nos
asomamos a las cumbres lejanas y a la montaña cubierta de frailejones con el
cielo sobre nuestros pasos. Fueron tantas las cosas que me gustaron de esa
travesía… El espíritu, el clima del entorno, su alma, su esencia. La
emoción del ascenso, la cercanía aparente con la cúspide, el eco que nos
respondió, la paciencia en el descenso. La belleza extrema de cada estación. El
entorno natural y paisajístico único, la suerte de una mañana despejada, la
nube enorme que nos cubrió después, el fenómeno de las dunas de arena y ceniza,
el Valle lunar, el Valle de las tumbas … se sintió energizante y bonito. Muchos
lugares a los que las fotos no hacen honor. Me encantó la primera vez, me fascinó
otra vez. Dispuesta a convertirme en embajadora del volcán.
Bosque inesperado y
frondoso. En un resumen rápido, porque si no vuelve a
quedar atrapada en las cada vez más débiles conexiones neuronales, reviviré la
experiencia por Tinamú y el Recinto del Silencio, dos parques que me encantaron
por inesperados, pacíficos, verdes, repletos de flores, pájaros, mariposas y
agua, todo lo que me gusta y me conecta con la vida. Un par de lugares para
quedarse por largo rato y disfrutar en calma la emoción profunda frente al
vuelo y el color de las aves, perseguir con la mirada los rápidos picaflores,
percibir la dulzura de las flores y sentir la música de la naturaleza en todo
su esplendor. Los árboles enormes, sus historias, su lazos y enlaces
subterráneos, el aroma de las hierbas, las mariposas posándose cerca, muchas
imágenes y sensaciones que quisiera repetir a veces en cámara lenta. Fue
una especie de retiro, tan solo respirar y concedernos unos minutos de
contemplación. Queda una huella invisible, por fortuna no fui víctima de ningún
mosquito, y la intención de seguir buscando oportunidades para encontrar lo
asombroso… será cuestión de atención, supongo, porque en medio del caos urbano
a veces con esmero y curiosidad también aparecen cosas extraordinarias.
Comentarios
Publicar un comentario