Y así fue
Anécdotas, historias,
recuerdos. También episodios, fragmentos, trozos… cotidianidad hecha a pedazos,
con varias vidas en una, cuando inventar, imaginar, o experimentar con poemas o
microrelatos es decisión... Eso. Todos los días algo parecido. Exacto. Igual.
Diferente, pero más o menos lo mismo. Siempre pasa algo. Pasan cosas y me gusta
tener una manera de recordarlas, conservar algo de lo que ocurre, apreciar los
regalos cotidianos y guardar detalles que podrían escaparse, ganar así
perspectiva para no perderme en mi pequeñez… Veamos entonces qué fue del finde
familiar.
Empezamos viernes en la
tarde con salchichas alemanas conversadas en un parador cualquiera, cerca de
casa, contentos por esos cero kilómetros que están listos para comenzar la
correría. Confieso que los embutidos no son mi plato favorito, ni preferido, ni
me gustan mucho, pero como se trataba de compartir, les di la oportunidad. No
repetiré, pero los demás sí, estuvimos bien, contentos y brindamos.
El sábado nos fuimos de paseíto. A veces hay que cambiar de plan, improvisar y aventurarse a percibir y sentir algo de verde desde otro punto. Partimos temprano bajo una lluvia ligera, tuvimos jornada con sol, sombra, azul, gris… Definitivamente me gusta pasear, cambia el semblante, la actitud. Anduvimos de pueblos por la sabana, alegres, ligeros, sin mayor complicación. Paseamos por Guasca y Guatavita, respiramos profundo, comimos mucho, caminamos poco. Cuando terminábamos la jornada, de ida a la casita, pasamos por almuerzo tardío al pueblo. Estuvo rico también. Se escapó el día. Ayer, luego de un desayuno a todo color y muy conversado, me fui a un caminar plácido, sorprendiéndome del verde que ha vuelto, del maíz que crece, de los árboles que florecen. Un ascenso en calma, con muchos ciclistas y otros tantos turistas. Después de una ayuda en el recorrido -me recogieron-, nos fuimos a un almuerzo en la huertana. Llenos de paciencia, tranquilos esperamos, junto con una multitud, los platos demorados, acompañamos el momento con la charla chispeante y divertida del joven quien sabiamente decidió espantar el hambre con sus historias y mientras tanto nos entretuvo. La tarde se fue rápido, como los días de descanso.
Y hoy, una cálida y ardiente mañana, calurosa a ratos, fue escenario perfecto para descansar sin más. Lista para emprender la ruta desistí después del desayuno y me abandoné a los placeres de no hacer nada, una preferencia razonable, cosa que ocurre con bastante menos frecuencia de lo que querría…. Aunque, tengo mis ratos de inactividad, claro, pero también me pregunto a veces si serán muy largos. En fin, creo que da igual. Hoy descubrí la delicia del pan de masa madre con quesito y miel, me quedé concentrada en el sabor dulce y deseché los planes caminantes. En cambio, dormí siesta muy temprano y tendida cuan corta soy atendí mi última clase de novela. Estuvo estupenda. El profe genial, los estudiantes creativos, receptivos y sensibles, yo atenta, aprendiendo mucho, intentando, al menos. Consideré la idea de levantarme cerca del mediodía, iba a estar listo el almuerzo, me resisto siempre a no estar en condiciones para ir a la mesa y jamás se me pasa por la mente aquello de quedarme tendida, no soporto la idea de comer en la cama. Así que hasta ahí llegó la pausa, luego del baño fugaz y el almuerzo parrillero, nos fuimos al pueblo en busca de postre. Escogimos unos muy calóricos y deliciosos y con eso acabamos las novedades de la jornada, lo demás fue arreglar acá y allá y partir de vuelta.
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