Setenta y ocho
El sábado llegué con mi chiqui a una fiesta, me estacioné en un lugar con elevadores para autos. Una falla en mi ubicación espacial hizo que diera más reversa de la necesaria y me salí de la plataforma —carencia de razonamiento espacial, un pequeño defecto que asumo con resignación—. Pensé que sería cuestión de acelerar con ímpetu para salir, así que nos fuimos, sería un asunto para resolver después. Dejamos el auto y nos fuimos a la celebración. Conversamos, cenamos, bailamos, nos divertimos.
A medianoche regresamos a sacar el auto y todo se convirtió en pesadilla, bueno, algo así, no fue tan terrible, pero intentar sin éxito, esperar al seguro, aceptar que no llegaría el rescate, volver al hogar en taxi muy tarde, dormir poquísimo y madrugar a pedir auxilio... pues no fue tan ideal. Por suerte tengo a Pancho salvador que sin duda es MacGyver o mejor. Dañé el día del padre, mi regalo fue hacerlo venir del campo muy temprano a sacarme del problema. Una pared rota, el auto averiado, muchos gastos por venir y mi torpeza a flote me hicieron sentir un poco mal, no tanto. Qué se puede hacer si así funciona esto, la vida es así, un cambio constante...impases que suceden, sacuden y golpean. Otro más que se soluciona. El caminito ha estado ligeramente duro últimamente.
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