Fragmentos en desorden

Es lo que es

Era lunes por la tarde y la ciudad estaba ardiendo. Calor, gente, ruido. Él sentado en un parque buscaba una razón, perseguía la posibilidad de estar más tiempo junto a ella. Compartir un rato más, volver atrás, a esos años de encuentros fugaces que se hacían eternos. Rodearla con sus brazos, aprender algo nuevo, estar pendiente de su mirada, acompañar el ritmo de su respiración. Caer en ese movimiento de creación sutil. Estar para entender su voz, dejarla crecer, volver a su mejor versión, y permanecer en ese vaivén de pasión y delirio. Ella solo iba en búsqueda de una cafetería para una pausa en medio del caos del entorno. Lo vio. Su cuerpo se puso a temblar. Él esperaba un buen día, ella perdió el control. Sus miradas coincidieron. Pero no era en ella en quien él pensaba.

Fuimos

De pronto pienso en el mundo y nosotros, en nuestros cuerpos, y de cuando en cuando, en la distancia de nuestros tiempos. No muy a menudo, pero alguna vez, en la adrenalina que nos azota, la culpa que consume, la abundancia de sensaciones, las emociones que descubren intimidad y abren paso a la soledad que invade. Llega así, de la nada, sin contención y sin control, la indiferencia y algún pequeño desprecio y con ello la lucidez y la cercanía imperecedera que nos separa. Pienso entonces, en lo ajenos que nos hemos convertido.

Fotógrafa

Posa, pero también dirige la escena en un entorno complejo y desolador. Ignora la crudeza de su realidad, y percibe sólo eso que se forma sin forma entre medio. Un movimiento del presente que da vida a un instante que parece oscuro, pero que resulta un pequeño salvavidas. Captura una imagen de una mirada feroz que tras su lente se torna transparente; que sí, que parece un hombre hosco y ruin, un ser lúgubre, uno que también deja ver un halo de ternura infantil, incluso aunque no le gustan las fotos.


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