Día fundamental

De momento estoy tolerando super bien la burocracia, he decidido desarrollar un súper poder para que nada impida que me adapte suavemente y altere mi sensación de paz. Incluso, me hace muy feliz verles a todos en su papel importantísimo. Permanezco en mi sitio, sentada desde hace casi un par de horas, atenta, tan tranquila como monje zen.


Actualización: Ese reducto de paz en el que decidí habitar desde que comenzó el día, ese de la vida normal y el fluir tranquilo, empezó a estropearse. Nada termina del todo. Aunque me lo propuse. Procuré un salto a la tolerancia, a la paciencia. Pero parece que avanzo un paso y retrocedo dos. Ya no crece el torrente de incertidumbre que empezaba a atormentar, pero sigue ahí un halo de complejidad. Nada termina del todo, y parece que nada empieza del todo. Sombras que se mantienen en el escenario.

Un primer piso frío, una silla cómoda para algunos minutos, despedidora para más de una hora.  Llevo más tiempo del imaginado oyendo hablar de traslados, carnets, retiros, reubicaciones, encargos, no me he enterado de mucho, me he mantenido un tanto impermeable, pero veo un poco la dinámica.

Se fue la mañana, costó, pero se logró.

 


 

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