De cabeza

Esa sensación de que nada parece salir como toca se irá, ayer empezó y así continuará, la vida seguirá fluyendo en armonía y paz y el trabajo, pues, ya veremos. Mientras tanto, procuro, con relativo éxito, volver a las andadas, no se me da mal, pero me canso. Si por mi fuera, me quedaba en eso de recorrer el pueblo, la ciudad, el mundo y tan a gusto, pero ya no lo digo más porque aun cuando eso quiero, lo quiero en condiciones… o sea, tengo que laborar. Superaremos los vericuetos complicados, eso seguro. Quizá aventurarse, ir más allá, cambiar oficina y escritorio por campo y cultivo, intentarlo. No sé. Todo menos agobiarse. 

Me apresuré tal vez, tomé decisiones a la ligera, no fui muy lista. Pero, inquietudes, dudas y angustia de por medio, he aprendido, y mirándolo por ese lado, no todo es tan malo, lo que busco quizá está llegando como si hubiese sido empujado lentamente. Estoy vieja para que me pasen estas cosas —las decisiones impulsivas—, pero supongo que para aprender nunca es tarde.

Después de varios kilómetros de caminata, decidí invertir el flujo de sangre y, como hace mucho no, intenté pararme de cabeza por varios segundos. Estuvo entre inquietante, no soy la de hace años, y divertido, pensé un poco al revés mientras se abría algún vórtice energético y se equilibraba mi espíritu. Lo logré.



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