Universos breves

Improbables

Me dejé sorprender por su belleza y la profundidad de sus sentimientos, por la forma como cada palabra fue tomando forma. Seguí una ruta sin lógica aparente, un camino sinuoso y extraño, porque no había duda de que me iba a divertir.  Me desvela, me sonríe, me canta, me hace bailar, me enmudece. Hace un tiempo ya que soy presa de su sonrisa y de sus palabras.  Pensé que me perseguía, pero luego caí en cuenta de que tal vez sólo me rehuía. Aparecía y desaparecía. Cuando yo desaparecía, se manifestaba enojado. Poco fiable. Finalmente se fue de verdad, pero no yo. Yo me quedo acá y pienso en él, sigue palpitando adentro de mí. Me pregunto por qué. 

Sin culpa

Una vez, en Boyacá, nos perdimos en sus montañas. Yo conducía entusiasmado y veloz, íbamos tarde a un almuerzo en la Laguna, odio llegar tarde. Mi novia, de copiloto cauto y despreocupado, estaba lo más de entretenida viendo el paisaje y preguntándolo todo como si nunca hubiese recorrido esas tierras. Contenta, muy feliz, con la oportunidad de tener más tiempo en el camino. Así era ella. Tranquila, auténtica, fantástica.

Seré conciso. Mi vida era rigurosa y ordenada. Antes de materializar cualquier plan mi cerebro visualiza lo que ocurrirá, imagina situaciones, busca la forma más eficiente de hacerlo todo, dibuja opciones...mi cerebro lo controla todo desde el instante en el que me planteo cualquier asunto, mi caprichoso cerebro lo quiere todo a su manera.  

Estar abierto a lo que surja no simboliza mi objetivo nunca. Es simple, pero difícil para mí. Maravillarme ante pequeñas o grandes cosas, como esperaba mi novia que ocurriera, me resultaba imposible si no estaban en el plan. Perdernos no hacia parte, por supuesto.  De todo esto me di cuenta cuando me encontré perdido, tarde, sin gasolina, dando vueltas en un monte en el que, por quién sabe qué extraño motivo, no había gente.  

Aturdido por un plan alterado empecé a enceguecerme, se apoderó de mí un egoísmo sin límites. Ignoré a mi novia. Dejé de prestarle atención. Sus ideas, sus propuestas para salir de allí, nada me parecía apropiado. Insulté, traté mal. Enloquecí. La empujé. Sucedió, y es lo que ahora me define, soy un asesino. La maté. 

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