Presencias próximas
Mi recorrido playero a veces se llena de risas. La alegría y la belleza del mundo en unos kilómetros. Veo gente. Saludo a algunos, me cruzo con varios desde el comienzo de la semana, veo aves, escapo de las olas, imagino historias, el final feliz y también el cruel. Cuando voy llegando a la acción me pierdo, me voy por las ramas con frecuencia. De una pareja salto a un hombre solitario, luego al vendedor de fruta y después a un par de promotoras de Natura que están de evento por acá. Cada historia queda a medias.
Me distraigo: “Su chispa desencadena un fogonazo de emoción. Su fuerza y genialidad, un estallido mental. No es solo divertimento. No, no. Es toda una inmersión en una azarosa aventura repleta de agudeza creativa” Algo así oí en una pausa de contemplación. No exactamente, pero más o menos… digamos que fue mi forma de procesar las palabras atropelladas que compartían un par de adolescentes, casi jóvenes, risueñas. Desde la mañana estoy pensando cómo será eso… quizá no sea, y mientras tanto intento encontrar algún patrón en el canto de los pájaros. Los veo pelear, el más pequeño empuja con su pico al más grande, hay algarabía total, se comunican seguro, pero por mucho que canten, no es como que ninguno oiga, porque todos parlotean al mismo tiempo, sí, pero hay réplicas parece, supongo. No lo descifraré por mucho lo que los mire, seguiré entonces absorta en la felicidad que me produce sentir el oleaje a escasos metros de acá.
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