Cortos de martes a viernes

En desorden, como últimamente todo, dejo por acá algo de lo que vi, oí, sentí e imaginé mientas estuve en el bus, en la calle, en la oficina, en el terminal, en el parque, en el médico. La suma de los días de mitad de mayo en medio de multitudes y en soledad, con más ruido del que quisiera soportar.

Las historias, la vida cotidiana, todo se repite. Las historias no contadas, ocultas, pesan. Las historias turbulentas abundan, se repiten y pesan

Una mirada descubre presagios y destinos, sucesos venideros, la esencia luminosa en una vida atormentada

A veces, una noción de espacio abierto con sensación de lugar raro e irrepetible abarca la mirada. Otras, un deseo de risa incontenible inunda la existencia

Una ola de nuevas posibilidades llega de repente como viento incontenible; aprovecharla, surfearla llena de esperanza y cubre el desasosiego de la realidad

Se siente como un suspiro, es un anhelo en un instante, tal vez una emoción pasajera, pero quizá dure eternamente

Una palabra, la palabra, da forma a la mirada, se suma al encuentro, da sentido a la existencia

Y dejando la metáfora de lado, en términos concretos... Me alisto para dejar la oficina, conozco personas que podrían hacer mi tarea mejor que yo, al menos de otra manera; voy al yim a moverme un tanto y levantar algo de peso; trabajo en desorden pensando en dejar todo en orden; converso de futuros y finales, me convenzo, fijo mi posición, y en menos de nada me convencen de lo contrario; me frustro con los trámites que no se resuelven, el parte y mi pase me han sacado muchas canas, a punto estoy de rendirme; me encuentro con los gatos en el desayuno del mes, nos ponemos al día, pero nos queda faltando mucho. Y eso.

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