Perplejidad

Avanza abril, sigue el calor, el discurrir cotidiano, el extrañamiento de la lluvia y la preocupación por lo que se avecina con la sequía. El resultado inminente es que, incluso cuando resulta veraniego o primaveral en el mejor de los casos, Bogotá y la sabana se enreda en cuestiones hídricas amenazantes. La falta de agua nos mantiene en todo momento aterrados, el pasto seco y el paisaje amarillo inmersos en el pánico absoluto. Me encanta el cielo azul, pero necesito el contraste con el verde profundo al que estoy acostumbrada, este color ocre y el polvo que se levanta me tienen espantada. Hoy intenté caminata. La montaña está sedienta. El recorrido se hizo difícil bajo el sol radiante, me agoté como si hubiera llegado a las antenas, más allá incluso, y no fue tal. Caminar con calor es extenuante.

Luego un intento de mediodía en la terraza, una carpita para aislar el sol, pero el viento furioso que llega y se lleva todo. Almorzamos al aire libre, pero nos doramos casi tanto como la cebolla parrillera. Quiero que llueva ya, pero la acuarela celeste no parece inmutarse ante mi deseo intenso. Me serviré otra copa y sobrellevaré el desasosiego.

Sucesos populares

Cierta tristeza

Sin rumbo fijo

A diario. Episodios mínimos de lo que va de la semana.