Escapada playera
Iré hacia atrás en el recorrido… porque sí,
porque por qué no! Antes de correr estuvimos risa va, risa viene, una foto
antes de dejar nuestra morada temporal, otra más, una conversación ligera sobre
cualquier frivolidad, y así hasta que nos dimos cuenta de que si no
aligerábamos el paso, el plan de regreso cambiaría drásticamente.
¡Irresponsable! ¡Culpable! Sí, esa fui yo, no calculé bien, en realidad no
calculé. A la deriva, como muchas de las cosas que hago, confiando en que el
azar y el devenir estén alineados y bueno, no salió mal.
La tarde dominguera anduvo de reposo, hicimos
una pausa breve bajo el ventilador, intentando superar la ola de calor que nos
tenía agotadas. Antes estuvimos en la piscina, buscando sombra, hablando de
esto y de aquello, de lo que nos divierte y de lo que nos preocupa, más de una
cosa que de otra, claro. En medio de las risas almorzamos, dando vía libre a
los carbohidratos y a las frituras costeñas… Tal vez lo único sano en todo el
paseo fue el agua que tomamos, por lo demás, cero restricciones. Con vinos de
regular calidad, piña colada, y algún vodka por ahí, acompañamos desayunos,
meriendas, cenas y paseos por la playa.
En la mañana habíamos cambiado de playa. Mer
dirigió la ruta hacia Salguero, un lugar que no conocía. Subimos por las rocas,
nos entretuvimos con los cangrejos, probé una arepa de huevo insuperable, me
desilusioné con la pesca con red y nos doramos un poco más, sin ruido, con
poquísima gente… Ah y le dejamos algunas cosas al mar y le pedimos otras, ja,
nos arrepentimos. Una entrada sinuosa al agua para abandonar algunos asuntos
que se debaten entre permanecer y desaparecer y, por supuesto, contarse y sobrevivir
a través de nuestras rutinas y sus historias.
Con un delicioso arroz de mariscos y un
brindis con vino blanco de la casa terminamos el sábado de calor, ese día de
felicidad veraniega en el que casi bailamos al ritmo de las olas y dejamos que
nuestra piel se encontrara de frente con el sol. Antes habíamos estado en la
marina disfrutando tonos de ensueño en un atardecer caribeño que acompañamos
con algunas carcajadas. Y antes de eso habíamos experimentado esa sensación
encantadora de ducha fría de media tarde después de horas de sol y algo de agua
marina… ese instante de pelo mojado y mucha crema para recuperar algo de
hidratación, mientras decidíamos el siguiente plan.
La tarde del día había comenzado con el
almuerzo típico, uno que no había tenido por puro prejuicio, pero que sentadas
en la playa, con el sonido del agua y el brillo del mar resultó casi un manjar.
Más de nueve kilómetros anduvimos desde playa dormida hasta la montaña que
interrumpió el caminar mañanero. Una parada estratégica a desayunar en el
Irotama bajo la sombra de algún árbol, y otras varias paradas en la ruta. Una
foto en la mitad del recorrido, otra tocando el agua, una más por allí y otra
por acá… alguna carcajada y así, casi regresamos insoladas, muy fotografiadas y
contentas con las mimosas improvisadas. Este país es diverso, inmenso e
infinitamente complejo y así somos también, así nos vimos en medio del
recorrido que fue cambiando paisajes y habitantes, aunque todos parecían
felices, solo que a unos se les notaba más que a otros. La playa animada y
concurrida en medio de un ambiente festivo se percibía más en un lado que en el
otro… música a alto volumen y gritos infantiles, un tanto ruidoso en realidad…pero
creo que muy contentos todos.
Y finalmente la noche del viernes, la de la
llegada, la de los primeros ataques de risa. Después de confirmar nuestra
belleza durante el vuelo, de ratificar que somos bonitas con y sin entonación y
de prepararnos para lo que vendría en el finde nos instalamos en el apto, uno
estupendo en el que habitamos en calidad de préstamo y que reafirma que a veces
la suerte nos acompaña. La noche anduvo de compartir alegrías íntimas, dudas
interiores, conversamos sobre todo, incluso la muerte hizo presencia, nos pusimos
un tanto dramáticas, se nos pasó rápido, alzamos las copas, tomamos un vino
malo, desconectamos y dimos un giro refrescante a la rutina.
Y hasta acá los recuerdos desordenados,
calurosos y con muchos tipos de luz, de un par de días samarios. Ahora algunas
fotos… nunca sobra refrescar la memoria cuando se desvanezcan las imágenes
mentales.