Realidad circundante
Evito la hora de la congestión,
especialmente en transmilenio o en el ascensor, la hiper proximidad de los
otros seres me agobia; y sí, sin duda existir en sociedad exige tolerancia, y
sí, a veces me hace falta. Son pequeñas cosas que me hacen la vida ligeramente
incómoda.
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El tránsito
a la oficina, ese que se empieza a volver de nuevo rutinario, tiene mucho de la
cotidianidad de la ciudad y sus habitantes. Oigo en ocasiones a muchos
lamentándose por su suerte, a otros comentando frivolidades, unos cuantos más
especulando sobre realidades inciertas… sudores y angustias en la ruta. En
otras oportunidades me sorprendo con gente amable, esa que me genera una
sonrisa inmediata y con la que con frecuencia consigo una sonrisa de vuelta.
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Siempre
habrá algo más importante que pasamos por alto, es parte de la existencia. Lo
pienso cuando me aturde la urgencia y el tiempo que se precipita, la inmediatez
que me somete a un perjuicio continuo y absurdo. Lo pienso también cuando me
invade el exceso de trámites inútiles, la imperiosa necesidad de cumplir normas
inexistentes sin pasar por un mínimo filtro de sensatez, sólo por si acaso,
sólo por dejar evidencia. Qué cansancio la burocracia pública. Hay quienes
operan desde una lógica cuestionable, desde el imaginario de lo que piden los
ciudadanos y resultan cada uno explotándose y explotando a los demás, creyendo
que así se mantiene a raya a los organismos de control. Trabajando para ellos y
no para hacer lo que se tiene que hacer.
Intento no
pensarlo demasiado, ni darle importancia al trabajo precario, pero son tantas
las exigencias desmedidas y ridículas que nos piden a los contratistas, que
parecemos haciendo malabares a la hora de cobrar; eso claro, después de
agradecer y estar contentos por haber superado el desafío de ser contratados,
y, para colmo, con un incremento insignificante en un mundo inflacionario. Pero
así y todo, terminamos por aceptar que cada vez es más limitada la supuesta
libertad de esta figura y seguimos trabajando con responsabilidad, convencidos
tal vez de que vale la pena, que no es en vano, que podrá resultar algo de todo
eso. O quizá nada, pero que al menos permitirá pagar las cosas de las que sí
saldrá algo con pies y cabeza. No sé.
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Y así. A
pesar de todo, a pesar de ser lunes, a pesar de un pinchazo más en mi brazo
vacunado, fue un bonito día… con los matices de siempre y las bondades de la
vida normal.