Comimos y bebimos

En este mes de cielos cambiantes volvió la reunión familiar, algunas veces todo confluye y reaparece el sentido, aunque no nos encontramos todos. Sin mucho preparar, sin demasiada expectativa, pero con mucha ilusión dimos paso a la alegría del encuentro.

Un sábado por todo lo alto. Repetimos menú y en medio de la sencillez de nuestras fiestas no tuvimos más que brindis, risas y juegos. No es necesario nada más, claro. Fue una tarde alegre, colorida y divertida, en la que disfrutamos todo un fiestón con el toque Guevara. La vida ya no es un juego, pero en la vida sí se juega y sin perder instante tuvimos olimpiadas con equipo ganador.  Unos soplando más fuerte que otros, algunos con puntería y agilidad, todos con ganas de participar y ganar.

En medio de las conversaciones comencé a prestar atención a lo que tenía alrededor. Me di cuenta de que el paisaje ha cambiado, hemos “crecido”, nos ponemos viejos, somos más, pero mantenemos la esencia, estamos igualmente reconocibles y estupendos. 

Y como tiendo a olvidar lo que no dejo por escrito, de lo que no dejo evidencia gráfica, pues acá están de nuevo algunas imágenes con las que recordar aquella tarde, esa que me ha parecido magnífica, la misma que acabó con un impresionante final, con un maravilloso cielo despejado y una estrella fugaz que rauda pasó a saludar. Bueno, quizá algo recuerdo, pero lo cierto es que me gusta releer los días felices, es mi forma de revivirlos y evitar que se evaporen.



























 

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Cierta tristeza

Sin rumbo fijo

A diario. Episodios mínimos de lo que va de la semana.