Ahora
La terraza me sirve de refugio cuando empieza a ser
tarde para casi todo. Las sombras me protegen, las dogas
son compañía y a lo lejos suena el metal de mi hijo que deambula por el jardín
y el agua de la fuente que encienden en la finca vecina. Así la tarde de
sábado. Esa que no define su estado de ánimo y brilla en todo su esplendor y se
opaca por instantes. Esa que se parece a mi de vez en vez.