Melódica e inspirada

Después de profundos y bonitos sueños desperté con frío polar. Congelada pensé en la sequía inquietante. Amo los días azules y el brillo del sol que resplandece en los cerros, pero siempre me asusta un poco que deje de llover. Un amanecer reflexivo.

Adentrarse en el singular universo campestre, ambientado con el viento intenso y el canto de los pájaros que algo estarán comunicando, es luminoso y musical. Así he sentido el sábado. Después de un rato en la mañana urbana, llegamos a nuestro pedacito de paraíso y el día, que anunciaba frío y sombras, se tornó en una tarde clara y soleada. Se nos hizo tarde preparando la pasta, vimos peli entre medio, comimos dentro de la casa porque el sol estaba muy picante. Casi acabamos las existencias de vino, otra vez. Un almuerzo tardío con chocolate de postre nos regaló un instante maravilloso de risas y relajo. Me gusta oír a los pájaros, no los veo siempre, casi nunca, pero los siento y es como si me conversaran sobre lo bien que se está por acá. Ojalá la vida fuera así siempre.

*** Noto últimamente, quizá cuando leo lo que escribo, que selecciono mis recuerdos de una manera específica, recuerdo lo que quiero y de la forma que quiero guardarlo. Olvido, o intento pasar por alto aquello que prefiero dejar atrás.




Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―