Cotidiano

Adoro pasear, tomar vino y fotos, escribir, leer, oír música, me encanta caminar, comer rico y conversar. De todo eso se nutre mi finde cuando es ideal. Así estuvo el que recién terminó y además con un calor inusual y preocupante. El fenómeno del niño se puso serio y desde hace tres semanas, o más, no cae una gota de agua por acá. 

Del viernes gourmet y cumpleañero, pasando por un sábado perezoso con un recorrido corto y un almuerzo parrillero que tuvimos que hacer bajo la sombra del sauce, a un domingo con desayuno en el pueblo, con amigos y familia, y un ascenso un poco más largo. 

Es bonito reencontrarse, reírse y brindar por los buenos momentos, por aquellos compartidos hace mucho y por los que vendrán.
En la mañana de domingo una vuelta al parque mientras nos íbamos a tomar changua en compañía.
Apasionada como soy de las flores, me cuesta describir la emoción que me produjo volver a tener dalias blancas en el jardín. Hace un par de años que dejaron de florecer. Se hicieron extrañar, pero a pesar de la sequía, un par resurgió deslumbrante.
Tardes de luz y calor. Hay que fijar vitaminas y compartir terraza, pero no es opción darle la cara al sol, y menos a la cámara. Lo habitual.

Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―