Mosaico del finde

Lluvioso y soleado, así el sábado.  Mañana gris, pasada por agua, mediodía tibio, tarde dorada. Después de una linda y curiosa ceremonia, nos fuimos a brunch, partimos torta, brindamos. Un encuentro familiar con una bonita celebración, risas y conversaciones en un ambiente de relajo y alegría. La familia ha crecido y nos pone contentos tener chiquis cerca.  Me gusta verlos.

Nos fuimos al campo, a ver verde, saludar a las dogas, tomar vino viendo al horizonte. Cientos de especies de insectos concentradas alrededor de los pinos que tenemos en la terracita. Su vuelo y sonido al atardecer interrumpen mis arrebatadoras ganas de vivir y de disfrutar del momento. Son un fastidio. Tengo que dejarlos ser, lo sé, pero ojalá no cerca de mí.

Domingo en rosa. Disfrutar la montaña desde el amanecer fue un buen plan. Amaneció bonito. La mañana anduvo calma. Caminar, rodearnos de aire fresco, preparar almuerzo… Pancho a cargo de la parrilla, yo de las ensaladas. Brindamos mientras llegaron los invitados y después también. Compartimos mesa y copas con nuestros queridos amigos, conocimos a Dante que con su tamaño y carácter nos sorprendió y divirtió, partimos torta y estuvimos tan contentos que casi hasta bailamos. Hubo porro, reguetón y vallenato, puro trópico, hasta que se fue el sol.

Hoy. Cielo tormentoso. Fueron las 3 y algo, madrugada, faltaban varios minutos para las 4 y Morfeo desistió, desperté sin posibilidad alguna de conciliar nuevamente el sueño, abrí los ojos y quedé despierta, sin piedad. Dormí poco más de cinco horas. Suficiente… ¿por qué? Hora de levantarme, pero hacía frío. No podía prender la luz, no quería salir de la cama. Reflexioné. Pasaron diez minutos, quizá veinte. Rumié ideas desde la era del hielo, las examiné a profundidad, desde diferentes perspectivas, durante lo que quedaba de oscuridad. Di vueltas. Casi caigo en pesadilla, pero amaneció. Gris. Otra vez. Apuré el desayuno para ponerme en pie y aprovechar el día. Me sirvieron un colorido y contundente menú y partí a la loma. No anduve mucho, me entretuve con flores y ramas, con las nubes bajas y la brisa helada. Regresé a media mañana. Después de un par de asuntos domésticos, mover por acá, guardar por allí y terminar mi reto de la uni, nos vinimos a la city. 

Empecé a celebrar… un lugar nuevo, platos diferentes. Algunos ruidos, copas, música, casi gritos, la euforia de unas risas, algo se quebró, pareció parte de la celebración... no de la mía, claro. Comimos, bebimos, terminamos con una torta deli, soplé vela, pedí deseos, abrí regalos. Una tarde entretenida. Una vez más. 




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Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

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