Días de suerte

Me anticipé. Pensé que la semana terminaría de relajo, pero no fue tan así. Tuve un viernes laboral de reuniones aburridoras, de regaños innecesarios, de gente fuera de sí… pero da igual, es lo que es y procuro omitir. Después de una pregunta, al parecer impertinente, llegó una reacción inesperada por la que tuve cinco segundos de vergüenza, tres de ira e intenso dolor y dos de da lo mismo, las cosas se toman de quién vienen y cómo vienen, así que la amargura se disipó.

El final de la semana de trabajo compensó con el sábado de abrazar las nubes. Disfrutar La inmensidad. Ver llover mientras pasaba el eclipse. Soy de naturaleza madrugadora, abro el ojo, me estiro, busco el café, me siento a desayunar y salgo. Camino y siento alegría, bienestar y calma interior. Empiezo el ascenso y es todavía mejor, los pájaros de rama en rama que entonan un coro melódico, el paisaje que se extiende en la distancia y algunos vecinos que comparten un saludo sonriente al pasar, me ponen contenta.

Un domingo luminoso de recorrido al pantano, de viento fuerte en el alto, de descenso rápido amenizado con música crossover, porque la bajada me aburre un poco, saludos a los ciclistas, sonrisas a los transeúntes, de paella estupenda, de vinos y masaje relajantes.

Termina la semana de receso y anduvimos paseando, comiendo, leyendo, lo cotidiano y sencillo. Caminé a través de bosques y anduve sobre rocas inmensas. Cocinaron comida rica en casa. Tuvimos días con sensación de comodidad, estuvimos tranquilos y muy a gusto, días de calma.  Repetimos tardes con varias posibilidades de improvisación. Existir, sin más, perseguir atardeceres, o ir por un café. De nuevo instantes para sentarnos en la terraza con un vino a ver cientos de lucecitas que empiezan a encenderse y, parpadean a lo lejos, a veces también aparecen estrellas. Brindamos por la suerte que nos acompaña y nos concentramos en el tráfico aéreo nocturno. Luces que se acercan, pasajeros que van llegando, otras que se van distanciando, esas las que menos, al parecer la ruta de partida es otra. Permanecemos en silencio en la tranquilidad de las noches iluminadas, conmigo a veces arrebujada en una cobija, hasta que el frío nos obliga a entrar.

Disfrutar la cultura rural sabanera, la vida tranquila de pueblo. Pasa el tiempo y se ve la transformación, hasta nuevas calles tendremos, pero aun cuando todo ha cambiado, hay más gente y la zona urbana crece, se siente una vida mucho más calmada y serena que en la city.

Y eso, así se nos fue el festivo y la pausa. Luz y color para evitar desfallecer frente al ruido del mundo en estos días de octubre…traumas, brutalidad, un panorama desolador. La furia contra los otros me desborda. Cae sobre la humanidad una horrible sensación de derrota. No hemos aprendido nada. Los malos de siempre, aquellos viles y destructivos, de lado y lado atacan sin tregua. Las víctimas de siempre en el medio. Las ansias de venganza de todas partes amenazando, llevándose lo que pueden por delante. Los demás viendo.


Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―