Frivolidades varias

Me enfrento a la cocina. Hago conciencia de mi yo desprovisto de habilidades, dotada con escasas competencias culinarias. En cambio él, prende la estufa, fuego bajo en algún fogón, medio en otro, de vuelta al mesón a pelar, cortar, mezclar, otra vez al sartén, y así, sin asomo de torpeza ni lentitud, varios platos listos para ir a la mesa. Siento algo de envidia pasajera, pero quizá prefiero que sea así.

Urbano. En mi recorrido laboral me entretengo a veces con el paisaje céntrico. Los autos ruidosos y los buses repletos en una calle, los peatones desplazándose por otra. Miradas al suelo, algunas al cielo o a ninguna parte. Veo caras e imagino una suma de conflictos, miedos, emociones, ideas, sueños.... Y de fondo el reguetón, varios, en simultánea, el caos sonoro habita en estas cuadras de la city. Se siente la energía de una ciudad todavía muy primitiva.

Pasos. Tantos como sea necesario. Repito la ruta al cole con frecuencia, pero me permito espontaneidad después de eso. A veces deambulo sin rumbo, vuelta y vuelta en cada esquina, calles nuevas, barrios apacibles, otra vez el ruido, continuo en línea recta por los parques en los que se puede, sigo un rato largo, acorto camino avanzando en diagonal, regreso. Me encuentro caras y perros conocidos a diario. Me gustan los cruces fugaces con esas caras que ya son familiares, a veces un buenos días, otras una sonrisa, sería todo, seguimos. Sencillo, pero bonito.

La dinámica habitual en el vecindario. La conocemos, la aborrecemos un poco, es rutinaria y muy sonora. En la mañana oímos un poco de todo. Los niños que salen a su colegio, los perros que recogen los cuida perros o los que también se van en ruta a sus coles, la gente que barre hojas, la que lava la entrada de los edificios, los domiciliarios con sus motores de dos tiempos, los que andan en busca de los "amigos habitantes de este sector" para cosas varias, algunas voces lejanas y a veces, silencio, dura poco, sí. Ah, y también, con menos frecuencia, nos visita un camión que vende papas sin intermediario. Hace ruido, vocifera su producto de calidad, llama a todos los vecinos, se estaciona, vende algunos kilos y parte haciendo más ruido. Son los torbellinos de la jornada matutina. Pese a ello, la rutina del barrio y sus calles me gusta, me da una suerte de tranquilidad ver lo mismo, pero diferente, todos los días. Vivimos en este barrio hace justo veinte años.

Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―