Tiempos revueltos

El dos de abril, domingo de ramos, empezó para nosotros el receso de semana santa... Nos subimos al auto y arrancamos con destino a nuestro lugar de veraneo del último año, Palo Santo. Paseamos entre las montañas e hicimos pausa para comida de carretera. Pero fue diferente a lo que ha sido. Espirales haciendo ruido con combinaciones irracionales, así, por decir lo menos. Así fue el comienzo del paseo semana santero.

Salimos de madrugada, después de una fiesta de cumple en la que nos divertimos mucho. Avanzamos sin novedad hasta Villeta. Después los pare siga empezaron a aparecer y el recorrido que habitualmente hacemos en 45 min, nos tomó cerca de dos horas. El desayuno se aplazaba y el hambre aparecía. Mientras pasaba el trancón comimos piña con palitos, muy exóticos nos sentimos. Legamos por fin a Guaduas, finalmente a desayunar, pero el lugar al que íbamos estaba cerrado y el cambio de planes nos llevó hasta Honda. Dimos vueltas por el pueblo, una, dos, hasta tres y casi cuatro. No encontramos nada, al menos no como lo queríamos. Seguimos a Mariquita y sin mucho entusiasmo nos detuvimos en una panadería cualquiera; y tal como en otras ocasiones nos sorprendimos gratamente. Amasijos frescos, café de buen sabor y huevos en su punto a precio insuperable.

Salimos de allí y nos encontramos con tráfico pesado y lento, un solo carril y línea continua, aburrido. Después de varios kilómetros así, una tractomula nos anunció que podíamos adelantar, pasó una camioneta y seguimos nosotros, dimos la curva que venía y la policía de carretera nos esperaba. Multa impuesta para los de adelante, sin mucho preámbulo, el policia dejaba el primer parte. Después nosotros, preguntas varias, abrir baúl, entregar papeles, discurso por la infracción cometida, todo aquello que hace sentir vergüenza y malestar por el parte que habríamos de pagar. Después de unos minutos, cuando me disponía a informar el suceso a nuestros anfitriones, Pancho subió al auto con cara de acontecimiento, arrancamos y al instante me miró y me dijo que nos habíamos salvado. El policía, no sabemos por qué, nos recomendó portarnos bien y nos dejó ir. Por supuesto, después del asunto era imposible volver a adelantar, no podíamos pretender otro golpe de suerte, total… nos demoramos una eternidad.

No sé si debido al ligero temor instalado por la inminencia de una erupción volcánica o por la lentitud del viaje, pero llegamos pasado el mediodía y extenuados. La tarde anduvo bien, relajada, divertida, viendo pájaros y comiendo delicias varias. Así se escapó el día. Llegó la noche y muy temprano partimos a descansar, creo que caí rendida antes de las nueve, quizá me dormí enseguida y no recuerdo si quiera si soñé. Estuve en la profundidad absoluta.


Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―