Otra atmósfera

Mi espacio. He vuelto a mi cueva… ahora con una ventana captura algunos ecos y sonidos de la vecindad y está envuelta en una oscuridad parcial.  De la nada emergen pequeños haces de luz que acompañan mi jornada y que hacen brillar el polvo que de repente se levanta. Es el escenario perfecto, a veces.

Mientras. Haciendo tiempo esperando la hora de mi reu encontré sitio para el segundo desayuno del día, tenía tiempo todavía para resolver mi vida entre el frío y el café. Después, preciso durante la reunión, mientras en la nebulosa se escapaban recomendaciones sobre planes, evidencias, indicadores, me elevé pensando en naturaleza, jardinería, senderismo y una vida serena.

El viaje al otro mundo. Entre sueños que parecían realidades, me fui, me desvanecí, morí. Después vino el relato del sueño en el desayuno, lo que de él recordaba. Las imágenes eran vagas, parecían estar tras una neblina espesa. Un poco borroso todo, pero las sensaciones, por el contrario, eran perfectamente nítidas. La despedida, el adiós, el hasta acá me trajo el río, todo aquello que solo presagiaba la partida. Tomé el café y me quemé, solté la taza y ahí me desperté... un sueño dentro del sueño.

La ciudad. Otra vez intransitable. Tiempo suficiente para una mirada sobre el paisaje humano, una que deja ver dulzuras y durezas. 

Señales. Los insectos parecen siempre dispuestos a devorarme, no en vano tienen mi cuerpo repleto de agujeros y manchas que no se van después de los paseos, se van quedando, acumulando. A veces también tengo tiempo para ver rastros en mi piel.

Cuarta revolución. Con la IA y demás nuevas tecnologías, muchas más, tantas que abruman… sólo espero que mis pensamientos se mantengan protegidos, a salvo, libres de intrusiones. Personas sin miedos ni prejuicios hay pocas y no quiero espantar incautos. 

Y así, bueno, un poco así, porque también hubo notas de cole y retorno a la vida de oficina, termina una cálida semana de comienzo de año… con la mirada puesta en las hojas que se ven ondularse al viento.