Mitad de enero

Llegamos ya a mitad de mes y me quedé con los sucesos de las últimas semanas engavetados. Bueno, y si bien no hubo nada sorpréndete, igual dejaré por estos lares un poco de la cotidianidad de las vacaciones y del regreso a la rutina. 

 

Enero comenzó rural. Cerro adentro anduve de caminata en caminata. Recorrí varios kilómetros de las montañas de siempre, en la vecindad, pero estuve irremediablemente atraída por aquella bruma que le daba un toque indómito al camino y me rendí ante el silencio y el misterio que surgía cuando la neblina aterrizaba, invadiendo todo el paisaje.  La lenta e imperturbable llovizna enlenteció el transcurrir de algunas mañanas y en medio de la soledad y la naturaleza creo que tuve recorridos reflexivos y pausados. Amé, como siempre, estar al aire libre, en la naturaleza, caminando animadamente, bajo el sol o contra el viento, y también en la quietud de las tardes, viendo el movimiento de las nubes. Odié las partes del recorrido con el constante y molesto ladrido de unos canes enfurecidos. Fueron pocos, pero intensos y fastidiosos; agradecí tener mis bastones de senderismo… me dieron un poco de seguridad. 

 

Conscientes del polvo y la tierra que entra a la casita y aburridos de la barrida diaria, nos antojamos de una aspiradora inteligente que se ha estado encargando de absorber la suciedad doméstica. Esto, claro, después de la admiración respectiva y de seguir centímetro a centímetro la ruta elegida. Por supuesto, aquello no fue de mi interés, en absoluto, pero Pancho tuvo par de días de entretención. 

 

Anduvimos por ahí en cualquier parque y todavía no puedo evitar colgarme de los columpios como un mono, soy pesada, pero pequeña y quepo en muchas partes. Creo que nunca dejaré de hacer esas tonterías…  

 

Los días transcurrieron en un ambiente sereno, con preparaciones deliciosas e innovadoras para los almuerzos y con algún postre cero ligero para acompañar. Con tardes de series o películas, a veces, algunos libros y con noches de copas y picoteo en la terraza o en la sala. Dormimos de más y comimos de todo.

 

Y así mientras estuvimos de relajo, ahora, desde el martes pasado, estamos de nuevo por acá. Nos recibió la ciudad con sus reglas, las que no todos cumplen, la vida con límites, restricciones de movilidad, horarios, plazos cortos, escándalos... la normalidad de la rutina que comienza. Vaya tiempos. Vaya panorama, pero confiaré y creeré.

 

Acomodándome otra vez a los horarios y a los ritmos urbanos, sin trabajo todavía, organizo paseíllos mañaneros. Me muevo entre cuerpos a la deriva, vidas deambulando en esta ciudad que todavía está desocupada. Percibo el ruido de las conversaciones que llegan por ahí, algunas apenas las entiendo, también llega música, y el caos de los autos, aun cuando sin duda la intensidad del tráfico ha bajado un montón. Hago pausa y me instalo en un café, uno con una terraza desde la que veo veo pasar la vida. Mientras persigo con la mirada el movimiento humano, pienso en la vida que me tocó en suerte, me ha gustado hasta ahora, pero entre un ser y otro que se cruza, veo otras vidas posibles, otras que, por cierto, son magníficas, en mi imaginación de comienzo de año y cielo azul así se ven.  

 

Esta semana qué pasó estuvo además muy social, sin evidencia gráfica, pero con bonitos instantes compartidos: desayuno con Beatrix y JuanCa, onces con Mer y almuerzo con Andrés. Ah, y el finde pasado el peque tuvo su paseo a Villa de Leyva, estuvimos solos, pensándolo un día sí y otro también. Ah y también revivió la masa madre y volvió el pan casero a la mesa. 

 

Y ahora sí al durme, como diría mi abue, relajada y a contar ovejas, pero antes intentaré avanzar con algunas páginas en uno de los libros que me estoy leyendo -ahora, como las series, leo varios en simultánea-, eso y llamar desesperadamente al sueño, a ver si aparece a tiempo que mañana tengo que estar en pie a la madrugada. 

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Extra. En novedades cinéfilas, terminé Bad sisters y me entretuve un montón. Me incomodó y me dejó con pesadillas Los reyes del mundo. Me gustó, enterneció y dolió Aftersun. Me entretuve con Ciudadano Ilustre.







 

 

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