Y tan felices … otra vez
Después de una semana caótica, desenfrenada y excesiva
-bueno, en realidad no fue tan así, exagero cuando algo no me gusta-, superamos
la supuesta enormidad de asuntos laborales problemáticos y su supuesta
importancia… y dimos la bienvenida al finde. Me gusta terminar semana porque
evitamos el exceso de racionalidad e intentamos que el trabajo no ocupe mucho
de nuestro espacio mental, así, nos dedicamos a disfrutar nada más.
Era sábado y la mañana se cambió sobre la marcha. Nos fuimos de
plan caminante al pueblo, de compras a la plaza de la cultura. Nos
antojamos de todo, del queso de cabra con ají guajiro, del pan de garbanzo
con quinua, del aceite con CBD, de la siracha con rocoto… Lo hubiese comprado
todo, pero agotamos el efectivo y partimos de regreso. El frío del amanecer por
fin empezó a desaparecer, se abrió el cielo y sentimos intensamente los rayos
de sol en el ascenso de vuelta.
Afortunados bajo el cielo brillante, con algunas nubes bellísimas
-tengo obsesión con las nubes-, tomamos vino en la terraza. Es ahora nuestro
sitio de estar tranquilos. Allí pasamos la sobremesa, sin inquietud alguna,
observando qué pasaba con las vacas al fondo, sentados viendo el vuelo de los
pájaros y oyendo la respiración profunda de Daniel que cayó en un pesado sueño
sin apenas darnos cuenta.
En cuestión de un instante la temperatura bajó de forma repentina
y llegó un aguacero torrencial que duró poco, pero ambientó con sonidos de
ramas que crujían y hojas, flores y frutos que cayeron …después, como si nada,
otra vez un poco de calor y claro, salimos a respirar el aire puro del campo
verde y brillante después de la lluvia.
Y ayer nos quedamos tomando el sol dominguero hasta el último
rayo. No hubo caminata, ni ejercicio alguno. Compramos almuerzo en el pueblo y agregamos
postre de la zona. Con merengón de frutos rojos complétanos los excesos
calóricos que nos permitimos cuando estamos de descanso absoluto.
Tuvimos así una jornada en la que la vida pareció perfecta, días
en armonía… Con ellos que llenan mi vida de amor.
Bonus. En la semana caótica hubo tiempo para ver películas. En cine el tren bala, nos divertimos, la encontramos totalmente absurda, y amamos recordar los personajes de Thomas, y en Mubi vi Drive my Car, fascinante y conmovedora.
Bonus “extra”. Todos soñamos, ya lo sé, muchos lo recuerdan, también lo sé, pero encontrar frente a frente una manada de animales salvajes huyendo despavoridos y detenerlos con mi mirada intensa… solo yo, anoche. Fue breve, parece, emocionante y colorido, según recordé al despertar. Después una tórtola, tranquila y confiada, me sobrevoló y al parecer absorbió mi poder. Me desvanecí, caí profunda y no supe más de mí, hasta el sol de hoy. Compensa con creces el mal sueño -pesadilla- del sábado.