Vida diaria

¿Qué ha pasado últimamente? No tanto, no mucho, lo de siempre. Alegrías simples.

Los días desde el finde anterior, viernes en el que un reencuentro amenizó la noche.  Copas, brindis, risas, conversaciones habituales, pero con otros interlocutores.  No les he perdido la pista a mis amigos de la uni, pero si los he dejado de ver. Los extrañaba, así que estuvo de maravilla. Mucho que pensar y mucho que sentir para terminar la semana.

El sábado, después de poquísimas horas de descanso, partimos rumbo a nuestro rincón. La jornada estuvo gris y la mañana anduvo en quietud total. Estirada sobre la cama, con la mirada en el techo, intenté concentrarme en algún podcast, quizá dormí un poco, no sé, el tiempo se esfumó. Después, aun cuando amenazaba la lluvia, nos fuimos de plan a Guasca. Encontramos un almuerzo delicioso y un lugar con chimenea en el que nos quedamos a escuchar el agua caer. La tarde estuvo helada, pero bonita.  En palabras del joven, valió la pena el desplazamiento, la pasamos muy bien.

El domingo desperté temprano, con impulso de salir a caminar, pero en el desayuno mis intenciones se desvanecieron.  Comimos en calma, mucha calma, vi el entorno frío y me recomendé volver a la cama…. Hice caso, y allí estuve largo rato. Como pude me quité las cobijas de encima cuando vi un espacio azul en el cielo, era la señal que necesitaba para arrancar el día, por fin. Repentinamente me llené de energía, salté, salté y salté por largo rato, hice algo de pesas y me instalé en la terraza a descansar mientras Daniel repasaba sus primeras lecciones de alemán y Pancho preparaba la parrilla para el almuerzo. La tarde pasó rápido, coseché algunas ciruelas, tomé un par de fotos en medio del pasto que me llega casi hasta los hombros y sería todo. Tuvimos que regresar. El sueño ha estado entre profundo y largo, queriendo horizontalizar mi cuerpo desde que se oscurece, ya me parezco a mi madre, pero es que el haber dormido tan poco la noche del viernes, me desbalanceó un tanto. Total, llegué y creo que me acosté de inmediato.

Arrancamos semana y empezamos a calentar motores... De vuelta a la oficina, de a poco retomamos actividades, pensamos cómo avanzar en medio de la incertidumbre y el posible cambio de planes que se avecina. No es productivo, no mucho, pero procuramos estar preparados... y bueno, no hace falta más que darse un pequeño paseo por el centro de la ciudad para que el cansancio abrume, regresé a casa temprano, pero extenuada.

Lo demás ha estado normal, con la lluvia y, a veces, el frío que hacen acelerar el paso para entrar en calor, otras bajo el sol que me obliga a cambiar de acera en busca algo de sombra, para impedir que el dorado de mi piel se torne carbón.



 

Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―