Todo menos inmovil
Así el clima en estas latitudes. Los despertares de esta semana
han estado helados, plomizos, encapotados, el tiempo no se decide, como yo. De
las sombras del amanecer hemos pasado a instantes brillantes y despejados, con
agua a ratos, algo de brisa y también un poco de sol. De todo como en botica. Esta semana el sol
después de la lluvia iluminó las calles del barrio. Habitar y trabajar cerca de
los cerros me gusta, ese verde que a veces se esconde entre la niebla, detrás
de las nubes que de alguna manera lo protegen, está siempre ahí, siempre y de
vez en cuando los cerros aparecen imponentes e iluminados.
Mientras el ambiente da muestras de su bipolaridad, en mis
recorridos caminando o en auto hasta la oficina, he estado inmersa en profundas
meditaciones, concentrada al volante, claro, pero elevada a veces con muchos
pensamientos irracionales, otros divertidos. Avanzo creando imágenes que tal
vez me explican asuntos sobre mí misma porque a esta altura todavía hay muchos
que todavía desconozco.
Con los que me cruzo
Paso de ver gente sudando por hacer ejercicio a gente con café y
arepa en la mano en el desayuno callejero… Continúo con la gente que antes veía
a diario y sigo sin saber mucho de ellos… pero a veces tengo historias para
cada uno, sobre cada uno.
En los trayectos que surgen, en los que me concentro en escenas de
cientos de personas que se desplazan, encuentro de vez en vez instantes que le
dan sentido a la vida. Estos días, en los que he recorrido el centro y he
caminado por calles que hace mucho no transitaba, le di un fuerte golpe a un
motociclista que adelantó el taxi del que me estaba bajando, pero también he
encontrado caras conocidas en espacios inesperados, ayer, por ejemplo, tuve un
sobresalto de alegría cuando se abrió el ascensor, personas que no esperaba,
aparecen y le dan un aire diferente a la semana.