Mi mundo en los días de esta semana

Recuerdos aleatorios de los días que pasaron recién con el correspondiente, aunque incompleto, registro visual.

Lunes. Despierto, me estiro, abro la ventana, necesito renovar el aire desde temprano y por fin terminaron la impermeabilización de una parte de la fachada del edificio… ya no me asfixia el plástico que cubría el vidrio. Salimos, nos mezclamos con la gente que corre o camina haciendo ejercicio, con los que salen a su trabajo y con los que se instalan en sus puestos informales. Son muchos los madrugadores, los atravesamos con cuidado, veo a cada uno, y creo que ellos cada día me ven, es nuestra manera de empezar el día y fue lo más entretenido de la jornada de aquel inicio de semana. Creo que lo demás fue rutina laboral y poco más.

 

Martes. Salimos y como siempre vemos el cielo a ver si descubrimos la luna o alguna forma interesante en las nubes que aparecen a esa hora. La luna está perdiendo su plenitud, creo que está entrando a menguante, bueno, ni idea, poco conocedora de las fases lunares, pero me gusta verla y esta vez en su centro, aunque un poco opaco, se mantenía el blanco sólido.

 

En el camino, además de las conversaciones y de los intentos por aprender los números en alemán, fui pensando en la congestión vehicular que crecía con el paso de los minutos. No logro entender por qué, pese a haber demostrado la posibilidad de trabajar de manera remota, los empleadores insisten con la presencialidad y más aún, con un horario uniforme y preciso que genera contaminación y caos en el tráfico a diario. 

 

Empecé rutina de parque con JuanCa. Nos encontramos a las 7:00 a trotar, a intentarlo al menos. No tuvimos mucho éxito, vamos de a poco y mientras tanto nos ponemos al día. Corrí después a la casa, me arreglé un tanto y salí a la oficina. El día anduvo tranquilo, algunas reuniones, un poco de conversar sobre esto y aquello, retomar mi hora de almuerzo en soledad, con mi café meditado de sobremesa y el respectivo recorrido por la Macarena y el parque de la Independencia. La tarde avanzó sin novedad. 

 

Miércoles. Todo de nuevo. Pararme después de estirar un poco el cuerpo, con pereza. Abrir cortinas y ventana, despejar la cara.  Poner la cafetera y la chocolatera y esperar el aroma y su sonido característico cuando están listos. Pelar y servir frutas, dorar la arepa y freír los huevos. Alistar la mesa, poner pan… y mientras la cocina se llena de los aromas del desayuno, despertar al joven. La mañana a las carreras porque fui de nuevo a la oficina. La vida lejos del barrio. Detenerme en algunas esquinas céntricas y ver aquel flujo de humanidad que abruma. Ser parte del flujo al mediodía. 

Una mirada a las horas, el tiempo transcurre y los planes no siempre se materializan… quizá mejor, no sé.



Jueves. Hemos vuelto a poner en marcha los días juntos. Pancho regresó a la City para quedarse así que estaremos de nuevo de la mano, andando por esta ciudad. El despertar estuvo más tranquilo, salí de la cama directo a la mesa, a disfrutar desayuno colorido y cumpleañero, los 14 del joven. Todo anduvo en calma porque ni siquiera fuimos caminando al cole, salí sola y de ida al parque me encontré con Annie. Hacía meses no nos veíamos así que intentamos actualizarnos, pero no hubo tiempo para mucho más que la nueva vida de Jero en Berlín, así que nos queda tema para rato. Llegué a mi encuentro con JuanCa muy puntual, a esperar, como es habitual desde hace más de 27 años, pfff… Mejoramos nuestro tiempo un tanto, trotamos, caminamos, hablamos, seguimos hablando, trotamos, caminamos, seguimos caminando y así hasta que salimos en busca de café y torta de chocolate. La mañana fue en casa trabajando, la sobremesa del almuerzo con mi madre en Palatino, la tarde con el joven celebrando, así el día. 

 

Viernes. Una mañana típica en estos días escolares, pero con la suerte del desayuno listo. Me encanta, me sabe mejor, es más conversado, parece incluso que hasta Daniel está más despierto. Luego El recorrido de siempre hasta el cole, con alguna variación en el trayecto, el regreso igual, más breve para aprovechar la mañana y después preparar la logística de la tarde adolescente. Almuerzo en compañía, parque, helado, y por petición del público empanadas y arepa de huevo en la noche, así fue la celebración. Así, risa va, risa viene, risotada estruendosa, carcajadas muchas y mala música también. El metal no es lo mío, lo tolero poco, pero no hay mucho que hacer, acompañamos con un par de copas de vino y terminamos la semana con nuestro hijo un año mayor.

 

Sábado. Madrugué para evitar el tráfico.  En el trayecto me entretuve con algunas canciones que me sé y que canté sin que nadie comentara mi escasa afinación. Pasé la mañana divagando y fantaseando por el camino. Pasa con frecuencia, me elevo mientras subo y cuando llego a la cima, tras un suspiro de cansancio, constato mi pequeñez frente al abismo que asoma. En la tarde estuve leyendo un poco, escuchando el viento que sacudía los árboles y la lluvia golpeando los vidrios. Tuve compañía también, un café conversado en la mañana y pizza de sobremesa a media tarde. Llegó la noche y cantaba un pájaro trasnochado, mientras zumbaba un grillo por ahí… me quedé un rato en la terraza viendo luces a lo lejos… ahora parece que tenemos un pesebre de fondo.

 

Domingo. Las flores frescas y coloridas después de la lluvia de ayer, las formas imprecisas de sus pétalos y las de las hojas de los árboles, el verde que se ilumina con el chorro de sol de la mañana. Me parece un paisaje bellísimo, ideal para un nuevo día, perfecto para celebrar el 18, la chilenidad….peroooo me levanto mejor que hay mucho que hacer.










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