Cambio de planes
Un finde diferente, en la ciudad como hace mucho no. Disfrutamos
un sábado cálido y brumoso en el que innovamos menú para el almuerzo,
compartimos delicias italianas y muchas risas en un restaurante que no
conocíamos. En la noche fuimos al teatro, a un concierto de Pedro Aznar que
estuvo fantástico. El sonido, la interpretación, la música, las letras, el
público, todo fue maravilloso, nos encantó.
Ayer nos levantamos muy temprano para ir a Monserrate, quería
subir caminando y había convencido a Pancho para que me acompañara. Llovía un
poco, pero eso no nos detuvo, sin embargo… era domingo y no sé por qué pensé
que sería buena idea ir cuando el resto de la humanidad tiene el mismo plan. Llegamos pasadas las 6:00 am y fue tarde, sí,
increíble, pero los planes por estas tierras comienzan de madrugada. No consideré todas las variables en mi
propuesta deportiva y pues nada, no conseguimos estacionamiento y tuvimos que
desistir. Definitivamente el destino está sujeto a tantos factores que es mejor
ser flexible. Pensamos en alternativas y decidimos aprovechar tiempo y espacio
y nos fuimos a dar vuelta por el centro para sentir algo del fresco en la cara.
Bogotá parecía un pueblo silencioso y vacío.
Bonito. Anduvimos lento, deteniéndonos a observar los vericuetos de la
zona. Teníamos el día por delante y empezaba a despejarse, el entorno comenzaba
a iluminarse… estábamos enérgicos, se sentía pura vida al sol tibio que se
colaba por las nubes espesas que de poco abrían paso, así que nos fuimos a la
Calera a ver desde lo alto. Nos gustó también.
El aire limpio nos dejó ver una ciudad inmensa, rodeada de verde.
Volvimos temprano y armamos plan de almuerzo. Salimos de nuevo, la pasamos bien, comimos
helado y nos quedó tarde para estar en el parque.
A veces viene
bien salir de nuestros limites cotidianos, aventurarnos más allá de lo habitual
también resulta estupendo.