Acontecer diario
Empiezo recorrido. En medio de un bosque, cerca de un camino vacío, veo la tierra húmeda
con detenimiento. Avanzo despacio entre pinos y eucaliptos, me gusta reconocer
las plantas que encuentro, intento descubrir el olor que desprenden en la
mañana y mientras tanto persigo sombras que aparecen en el suelo cuando el sol
asoma.
Sobrevivir en época de inflación.
Disfrutar las legumbres en todas sus formas, caminar más que siempre, comer más
en casa, confundir al destino con trucos simples y asumir las circunstancias
con optimismo, cero exotismo en esta temporada.
Emprender actos audaces.
Todavía nos damos el lujo de jugar en los columpios y en el balancín, montar en
el aparato aquel que gira y soltar unas cuantas carcajadas por mi escasa
habilidad para trepar.
Posibilidades infinitas.
Fantaseo con vivir en el campo, en nuestra casita, con ir poco a la ciudad,
sólo cuando surja algún plan con amigos, un restaurante que conocer, una obra
que ver, un concierto o una peli que sí o sí deba verse en cine.
La precariedad de la vida en algunas zonas de la ciudad. Un recorrido en el que me invaden un montón de sensaciones que
me dejan sin aliento. No es novedad, pero hacia un tiempo no veía el estado de
suciedad y decadencia y me agobia. Qué complicado y triste es todo para muchos.
Una tormenta de desesperación. Percibo a veces un tono innecesario porque creo que nada es realmente urgente. La atención de algunos asuntos desde que me despierto me agota y no vale la pena, me parece que en este ir y venir de mensajes desaparece lo importante.