Zoom al finde
Comenzamos el fin de semana con un recorrido al pueblo cuando aún no
terminaba la tarde. En busca del habitual café partimos cerro abajo al lugar de
siempre y después nos aventuramos a un recorrido nuevo, a ver cómo se oscurecía
desde otro lado. Encontramos una vista bonita y así finalizamos la semana.
El sábado compartimos medias nueves bien acompañados. Recibir visitas y
pasar la mañana entre la ligereza de la rutina sabatina y la alegría por los
encuentros estuvo ideal, sumado a que jugamos un tanto con Charlotte y
desafiamos la gravedad en una barra improvisada. La tarde anduvo movida, desde
el almuerzo, sabroso y contundente, pasando por compras de tipo doméstico,
hasta que regresamos en la noche, exhaustos preparamos algo simple y no alcanzó
la energía para nada más.
Ayer en la mañana visitamos la montaña más alta de los alrededores. La
emoción es siempre como la de la primera vez, parece fantasía porque me pasa
cada vez que subo. El páramo ejerce ese súper poder en mí. Según mis
coequiperos, los pasos merecieron la pena, el cansancio tiene su recompensa al
llegar a la cima, sobre todo ayer que amaneció nublado, un poco gris y no se
vislumbraba mejoría, pero el sol salió y acompañó con algo de sombra. Así que
estuvimos, como no podía ser de otra forma, muy contentos. En la tarde, después
del rescate a mitad de camino, disfrutamos un almuerzo parrillero y sería todo,
se esfumó el finde, pero estuvo bonito.