Ligera transformación

El tiempo gastado en el transmilenio, en esos trayectos que resultan interminables y agobiantes, a veces se nutre de historias de la fauna capitalina… una que otra interesante, o entretenida, al menos. Hace unos días, de la nada surgió un momento de sinceridad de una pasajera, uno que atenta escuché a respetable distancia, sin incomodar a la protagonista y a su oyente, quien solo asentía y poco comentaba.

Final anunciado

Me cansé de engañarme, de contarme historias para no entrar en conflicto. Me despertaba absoluta indiferencia antes, pero ahora la atracción no desaparece y disimular mis sentimientos dejó de ser opción.

No. Nunca. Jamás. Eso era lo que siempre pensaba. Pero eso que poco pretendía, terminó por abarcarlo todo. Se me fue de las manos. Es ahora parte de mi caos personal. Basta una mirada para sentir una punzada de placer inmediato. La confusión emocional que los encuentros fugaces me provocan, sobre todo cuando me rodea el silencio, hace que desaparezcan las certezas porque las sensaciones a las que me enfrento envuelven el raciocinio al punto de creer que me enamoro… sí, tal cual, despertó emociones que reposaban en otra dimensión. Me confundo, me invade la excitación ante un roce, un suspiro, una sonrisa disimulada, creo que mezclo el amor con la fuerza energética del deseo y me sumerjo en un idilio de proporciones insospechadas.

Sentirlo, ver sus ojos cerrados con esa expresión de goce, percibir ese gemido contenido, atrapar el instante y volverlo eterno hace que viva temblorosa y repleta de sensaciones palpitando. Es posible que le dé a los momentos de placer un significado que quizás no tienen, pero me conmueve tener su presencia entera en un instante, un pequeño instante en el que cabe la vida. Conocer su esencia verdadera cuando siento su piel tibia y me puedo derretir en su boca, desborda la pasión que habita en mí… fue más fascinante de lo que imaginaba hasta que empecé a divisar un destino complejo, derivas de los acontecimientos que me entristecieron… esa suerte de voz interior que advierte que es el momento de detenerse.

Si me preguntan qué quiero, diría que caricias y tiempo…. solo para mí, que no deje de pensarme, menos de quererme. Que me llame, cerca o lejos, en silencio, con una sonrisa o con su mirada profunda. Que me abrace cuando llegue y cuando me vaya, que me deje ver en sus ojos, que pueda reflejarme. Quiero que me ame sin tregua, sin artificios ni mascaras. Eso es lo que quiero, pero a veces apuesto por la sensatez…Puro instinto de supervivencia, supongo.

Nota. La anécdota tenía tinte de reguetón con contenido explicito, pero no va con mi personalidad narrativa, sí es que eso existe, así que hice una que otra modificación….

Paréntesis. Intuyo que hablaba de su jefe y que tal vez está casado.



Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―