Tierra soleada en desorden

Algo como los trozos de hace unos días. Asuntos pensados, experiencias vividas, historias oídas o vistas durante el paseo, frente al mar o en el camino, que estuvo largo.

Beach boys. Sus voces. Sus risas. Su forma de caminar. Son amor. En esta semana, de abrazos prolongados y risas ruidosas, me cuidaron y consintieron, como siempre, quizá, pero con más calma. Aunque sabotearon mi tarde de piña colada... todo hay que decirlo y solo, solo porque iba ganando la partida de UNO, la envidia cruel en las partidas de cartas.

Bonitas puestas de sol. Después de sentir las "caricias" de los intensos rayos del sol, ver caer la tarde desde la playa es maravilloso. Casi siempre el cielo se tiñe de naranja y en cuestión de minutos el sol se despide, acudimos así a uno más de aquellos instantes fabulosos y naturales que la vida nos regala.

La naturaleza contra mí. Anduve sola de vez en cuando y fui víctima de sustos infundados. Saltar y casi gritar en soledad fue mi reacción cuando una iguana tamaño cocodrilo casi paraliza mi corazón... solo por atravesar cerca de mí. La primera mañana en el agua y una mini medusa rozó sutilmente mi brazo, dejó su marca en mi piel y ardor en mi ser. Como si no fuera suficiente, una abeja se cruzó en mi camino y me desafió con su aguijón en el dedo meñique del pie derecho, adolorida caí en la arena, pero en breve estuve en marcha; aun cuando en ese mismo pie, pero en otro dedo, tenía una ampolla más grande que el dedo mismo y saturada de arena gris, cero glamuroso y muy doloroso. Debiese parar ya de tanto maltrato con mi cuerpo, pero no, un pájaro rapaz y avezado quiso pasarse de listo y robarme un chocolate, no lo logró, pero también dejó su huella en mi brazo... y ahora que lo pienso, todo ocurrió en el lado derecho. Hasta la iguana apareció por allí. ¿Algún mensaje encubierto?
Laboralmente hablando. Desde siempre, bueno, casi, he estado en permanente inestabilidad profesional. Cada tanto viene lo mismo, la incertidumbre por la terminación del contrato, aunque reconozco que he tenido mucha suerte. Sin embargo, esta vez el asunto está más cerca y parece ser más drástico. Y otra vez supone para mí un reto importante, estresante e ilusionante a la vez. Espero que los cambios me mantengan libre de la intemperie laboral. Decido pensar que siempre hay opciones. Igual, no queda alternativa. Confiar. Todo volverá a su cauce.

Ego análisis. A veces me considero discreta y equilibrada, otras aguda y exasperante. No soy la misma de hace un par de años, sin duda he cambiado un montón. Tengo la sensación de haber aprendido mucho y olvidado otro tanto, pero cuanto más creo que tengo mis asuntos bajo control, más se van de las manos… dejaré que el universo se encargue. Los años no solo han cambiado mi percepción del tiempo, también de las cosas y los lugares. Aun así, me mantengo soñadora, libre y alegre. Un poco más sensible, no siempre cuerda, pero sí responsable y puntual. Aburrida. No lo sé. No lo creo. Me gustan los colores y nunca he querido una vida gris, aunque de vez en cuando me inclino por los matices y no siempre encuentro brillo, pero sí encanto tras la neblina, como dirían por ahí.

En el malecón. Barranquilla nos gustó un montón. Más esta vez que las anteriores. No conocíamos la costanera y gratamente nos sorprendió. Caminamos en soledad porque la calle estaba cerrada por el 20 de julio. La brisa nos acompañó y varios pájaros sobrevolaron el río mientras anduvimos de recorrido. Hicimos pausa en un local cualquiera, ambientado con rock argentino, nos refrescamos un tanto, comimos una mini empanda caprese y pagamos un dineral, estaba rica, sí.

 

En la carretera. Cientos de hectáreas de palma de aceite, no las había visto antes, nunca quizá, no así, en esa cantidad, es entretenido ver los surcos entre los cultivos. Me gustó ver las vacas a la sombra cuando el sol estaba más intenso. Reunidas bajo los árboles, rumiando sobre el clima tal vez. Cruzando Pelaya, un pueblo que me resultó desconocido, nos cruzamos con la Virgen del Carmen y un cura farandulero que saludaba a su público como rey de belleza, mientras tanto, interfería el paso y se acumulaba el tráfico... con nosotros ahí atrapados. El paso por Ciénaga me impactó bastante. No conocimos el pueblo, que se supone lindo, pero es que en la carretera, la basura, el desorden y la pobreza abruman; por un lado gente moviéndose de lado a lado en caos, por el otro, gente abandonada a su suerte entre calles enteras repletas de desperdicios. No logro entender.










 

Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―