Por el cerro vecino

De paseo por una montaña de eucaliptos, aromática y muy verde. Encontrando por ahí, de vez en cuando, al lado del camino, casitas con jardines florecidos y adornados. Una con un burrito negro, adorable.

Una brisa suave y fresca en el ambiente y una pausa para mirar, contemplar, acariciar, oler, sentir todo aquello del entorno; así hasta que de pronto la realidad irrumpió con el saludo "amistoso" de un perro y el plácido y feliz discurrir de los segundos finalizó. 

En el ascenso el camino estuvo ondulado, pero amable, respetuoso con mis rodillas, nada muy pendiente. Sin embargo cambié de ruta para el regreso y encontré un trayecto serpenteante e intrincado, de repente todo se enredó, el camino se complicó y mi mente se confundió. Comenzó el descenso de las nubes y cambió por completo el paisaje. Pero, por fortuna, nunca es nada extremo, algo de sentido común me queda y sé que a estas alturas de la existencia, mejor evito riesgos innecesarios.


Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―