Finde de estar felices

Llegó el puente y con él los días con naturaleza, caminata, calles empedradas, platos ricos, juegos de piscina, conversaciones de jacuzzi, sol y la mejor compañía. Nos desconectamos un poco de la labor diaria, de las responsabilidades de siempre y partimos de paseo el sábado de madrugada. Desayunamos en el camino con pan de masa madre y café revitalizante, nos maravillamos con un amanecer bajo la neblina, absolutamente precioso y después de casi cinco horas llegamos al Socorro. Dimos vuelta por el pueblo, recorrimos sus calles coloniales, la plaza, hicimos pausa para bebidas refrescantes y como ya hemos vuelto tradicional el almuerzo en el Patio, porque nunca defrauda, allá aterrizamos pasado el mediodía.  Empezamos la celebración del cumple de Pancho, pasamos un rato tranquilo y muy gourmet y emprendimos de nuevo el camino.

Nos instalamos en el hotel en Barichara, esta vez con una habitación más grande, con terracita privada y pasamos la tarde al sol. Fuimos a dar vuelta por el pueblo al anochecer, caminamos, vimos mucha gente, pero aunque claramente no fuimos los únicos en elegir ese destino, el pueblo mantiene su encanto a pesar de las multitudes.  Curioseamos un par de matrimonios, tomamos algunas fotos y sería todo, regresamos a jugar en la piscina, hasta que llegó la hora del cierre y nos fuimos a descansar.

El domingo amaneció bonito, con algo de brisa, pero buen pronóstico.  Desayunamos en el hotel y muy temprano nos fuimos a hacer una vez más el camino real a Guane.  Esta vez lo hicimos con mayor destreza, más rapidez y mucho calor.  Fue un buen plan, me encantó, otra vez.  Estuvimos un tanto en el pueblo, por primera vez lo vimos lleno de gente y con mucha vida.  Sentados en el andén nos hidratamos y esperamos pacientemente, pensando cómo sería el regreso. El sol estaba intenso y aunque son escasos 6 kilómetros, no era opción volver caminando… así que esperamos y mágicamente apareció el transporte de lujo, con la suerte de nuestro lado conseguimos un tuc tuc libre y pudimos volver cómodamente sentados.  De vuelta en Barichara fuimos a conocer el cementerio, que es colorido y con historias varias en cada tumba.  Almorzamos rico, un tanto más ligero que el sábado, pero igualmente delicioso, anduvimos de tiendas y regresamos a Terra.  Nos dedicamos al futbolín un rato, probamos todas las máquinas del gimnasio, nos entretuvimos con las tortugas y cuando empezó a caer la tarde nos fuimos a dar vuelta por Villa Nueva.  Tomamos avena en el parque, nos divertimos viendo un partidito de futbol infantil, vimos gente, mucha gente, era un pueblo completamente diferente al que habíamos conocido el año pasado, cuando apenas empezaban a levantarse las restricciones de la pandemia. En la noche nos arrugamos en el jacuzzi, fue una terapia perfecta para terminar el día e ideal para irnos a dormir profundamente.

Ayer el día fue más tranquilo, visitamos el mirador de siempre muy temprano, evitamos la gente, nos encanta la vista desde allá, caminamos un poco, le dimos la última vuelta al pueblo y volvimos al hotel a empacar para emprender el regreso. El camino de vuelta estuvo tranquilo, con pausa para comprar bocadillos de Vélez y arepas santandereanas, para disfrutar el paisaje espectacular entre Barbosa y Cómbita que me encanta, y sería todo, al caer la tarde ya estábamos entrando a la city, sin caos, todo muy tranquilo.  Fueron unos días amables, un oasis de alegría en medio de estas semanas de guerra en el mundo y de pesadilla electoral por estos lados.
























Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―