Navidad veraniega
El
tiempo detenido de la pandemia, las consecuencias de un estallido y las
tragedias de los inmigrantes han cambiado Santiago un montón. Un paseo por el
centro, por los barrios de siempre, por sus plazas y parques, nos deja un
sinsabor. La alegría por reconocer aquellas calles en las que aprendí a andar
sin rumbo (mis primeros meses por acá, hace más de 20 años, estuvieron llenos
de caminatas extensas sin dirección precisa), pasear bajo la sombra de los
árboles y encontrar inmensas buganvilias, mezclada con la angustia por la vida
que llevan los que viven en carpas callejeras, la incomodidad que produce la
basura que abunda y la esperanza de que las cosas cambien pronto.
Así han transcurrido un poco estos días. Hemos disfrutado el barrio en el que estamos, que más parece un pueblo, acogidos por un ambiente tranquilo y muy relajado, ideal para empezar a desconectar, y también nos hemos aventurado en algunos recorridos que muchas impresiones nos han dejado.