Navidad veraniega

El tiempo detenido de la pandemia, las consecuencias de un estallido y las tragedias de los inmigrantes han cambiado Santiago un montón. Un paseo por el centro, por los barrios de siempre, por sus plazas y parques, nos deja un sinsabor. La alegría por reconocer aquellas calles en las que aprendí a andar sin rumbo (mis primeros meses por acá, hace más de 20 años, estuvieron llenos de caminatas extensas sin dirección precisa), pasear bajo la sombra de los árboles y encontrar inmensas buganvilias, mezclada con la angustia por la vida que llevan los que viven en carpas callejeras, la incomodidad que produce la basura que abunda y la esperanza de que las cosas cambien pronto. 

Así han transcurrido un poco estos días. Hemos disfrutado el barrio en el que estamos, que más parece un pueblo, acogidos por un ambiente tranquilo y muy relajado, ideal para empezar a desconectar, y también nos hemos aventurado en algunos recorridos que muchas impresiones nos han dejado. 

Y en noche buena cambiamos las luces de colores por el aire tibio del jardín, el papá Noel entregando regalos, por un viejo Pascuero con una risa entre tétrica y divertida, los tradicionales buñuelos por ceviches y mariscos y así tuvimos una Navidad diferente, pero también alegre.





















Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―