Puente familiar

Terminamos la semana de receso con finde alargado en familia. El viernes en la tarde llegamos a nuestro destino, una casa de campo ubicada como a 20 minutos de Manizales.

El camino hasta allí desde Santafé de Antioquia fue, en algunos pedazos, zigzagueante y en otros interrumpido, los pare-siga por la construcción de la doble calzada estaban por todos lados.  Afortunadamente, aunque el trayecto se alargó, resultó fascinante ir por laaaargo rato a la orilla del Río Cauca, me encantó el paisaje, lo encontré asombroso.

Llegamos algo cansados, así que la energía alcanzó para relajarnos, conversar un tanto y se agotó la pila. Nos fuimos a descansar. Total, habría varios planes al otro día. 





Madrugamos el sábado para dar una vuelta por la zona cabalgando. Creo que hace más de 20 años desde la última vez que anduve en ese plan. Fue divertido, el recorrido entre los guaduales nos dejó bonitas sensaciones. Bueno, no a todos, Daniel dijo que nunca más… no disfrutó porque creo que no logró acomodarse bien. Josefina me llevó a su paso, moviéndose cuando quería y paralizándose cuando intentaba presionarla. Esperé paciente y completé la ruta.

 

Con el sol ardiendo terminamos el paseo y nos fuimos a Palo Santo a ver los avances de la obra. Todo va viento en popa y parece que tendremos suerte y podremos disfrutar de nuevo de esos paisajes. Quizá comenzando 2022, o por ahí, estemos de vuelta.  En la tarde fuimos a Manizales, hicimos recorrido guiado por la ciudad, almorzamos rico y el día se acabó… muy rápido. 


El domingo el plan fue cafetero. Hicimos tour por Venecia, una finca enorme, repleta de plantas de café y de pájaros, en un entorno precioso. Dimos vuelta antes de que comenzara el tour guiado y luego nos concentramos en el cultivo, la cosecha, y la producción del café más suave del mundo. Nos encantó.  Curiosidades varias y muchas ganas de seleccionar siempre una buena taza.




Pasado el mediodía partimos en busca de almuerzo a un lugar con un mirador espectacular. La neblina estaba baja, pero así y todo se veía súper bonito.  Siempre hay hacia donde ver en medio de esas montañas. Nos excedimos un poco en los platos, queríamos probarlo todo y casi lo logramos. Antes de regresar fuimos a conocer Chinchiná, sus jeeps repletos, íconos de la cultura de la zona, fiesta de pueblo, desorden y todo tipo de asuntos cerca del terminal, en fin… otra mirada al mundo del café. Terminamos el tour en Palestina, el pueblo no tiene nada muy especial, pero la vista desde allá sí es espectacular. 

Todo anduvo muy bien y eso que cambiamos de planes contrarreloj.  El viaje de ida era en auto y lo hicimos unos por carretera y otros en avión.  El regreso era al revés y cerraron el aeropuerto de Manizales, así que volvimos todos por tierra.  

Se acabó así la semana, disfrutamos el placer de conocer y reconocer en buena compañía. Anduvimos en lugares en los que nos refugiamos por ratos, otros en los que logramos desconexión y recuperamos la fuerza y algunos más que nos sirvieron para recordar ilusiones de infancia o de la vida antes de la pandemia.  Cada pueblito con sus calles, plazas, aromas y colores nos regaló un momento especial. La realidad en que vivimos es cada vez más disparatada y absurda, a veces siento que se pone todo muy raro, pero mientras tanto, me gusta ver el paisaje y el de Colombia definitivamente es muy lindo.

De momento, eso.  Ojalá en breve otro destino.

 



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