¡Qué más da todo lo demás!

A veces me amargo por pequeñeces, pero cada vez con más frecuencia, me doy cuenta de que lo importante es poco, con perspectiva suficiente, puedo evitar casi todos los dramas.

En momentos de incertidumbre, de sufrimiento colectivo en el que emergen solo emociones tristes, intento agradecer intensamente y tener muy presente lo que me hace feliz, curiosamente cosas muy simples al alcance de la mano o la mirada: los desayunos coloridos con los que empiezo todos los días; el sonido de las carcajadas de mi hijo; comprar libros a un clic, ver cómo van apareciendo las flores en el jardín, encontrar recetas, unas exóticas otras humildes, para sugerir y a veces incluso para preparar; untarme el aceite de almendra después de la ducha, la sobremesa conversada y a veces extendida de los almuerzos diarios, en fin...

Los tiempos están difíciles, claro, mucho, así que mejor agradecer la suerte y entender, intentar al menos, las circunstancias de los otros, sus impulsos, irreflexivos a veces, pero válidos con tantos bobos "ejerciendo" desde pedestales intocables.



Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―