Ilusión veraniega

Nada más esperado que un encuentro de primos en este aislamiento que a veces agobia. Por fin llegó el momento, llegó la hora de aquel descanso postergado y anhelado.

Con un clima diametralmente opuesto al habitual pasamos un par de días de esparcimiento y buena compañía.  Nada muy producido, pero todo estupendo.  Dedicados a estar, a tomar sol y a conversar, pasamos felices.

El sábado, después de un breve recorrido por la casa-finca y de instalarnos, empezamos a fijar vitaminas, bajo el rayo cálido del sol nos tumbamos un rato a ver pasar la mañana. Después del mediodía, repletos de calor y algo deshidratados, almorzamos con un menú conocido, casero y delicioso. Las hamburguesas de Pancho son siempre las mejores, insuperables con ese pan artesanal que cada vez queda más rico. Otro rato de sol y de piscina y sería todo, empezó lo que creímos se convertiría en tormenta, pero que en realidad se quedó en amenaza.  Truenos, vendaval, mucho ruido, pero escasas gotas. Intenté inútilmente cazar rayos, capturar con mi lente pájaros y mariposas y pasar inadvertida entre tanto insecto, pero la realidad es que no logré ni lo uno ni lo otro.  Quizá fui el alimento más dulce de los zancudos, no dejaron espacio en mi piel sin devorar…. Creo que aún hoy estoy repleta de su veneno.  No fui la única víctima, claro, pero tal vez sí la más afectada… merecido un poco por mi rechazo al repelente.

Se fue el sol y la lluvia no llegó, pero el ambiente sí se refrescó… unas partiditas de ping-pong y avanzó la noche entre recuerdos, anécdotas y temas varios, hasta que, como cenicientas, casi a las 12 nos fuimos a descansar. 

El coro de los pájaros nos despertó al amanecer, bueno, eso y el olor del café recién hecho que llegó hasta mi cama. Me encantan las mañanas silvestres, me fascinan sus colores. Pasé tal vez una hora dando vueltas por ahí, intentando encontrar esos pájaros cantantes, sin éxito, pero con emoción. El día transcurrió con más calor, intenso y abrasador, con lo cual lo mejor fue estar bajo el agua.  Los chicos prepararon un delicioso asado y en la tarde empezamos a celebrar el cumple de Pancho. Torta, helado, vela y los mejores deseos para empezar el nuevo año, la nueva década.  Fue bonito y divertido.  El plan nocturno no cambió mucho, otras conversaciones y otra cepa, pero el mismo lugar y las mismas risas.

El lunes temprano nos preparamos para regresar.  El último desayuno compartido y se acabó el paseo. Emprendimos el retorno. Cambiamos la ruta porque quería ir por pan a Mesitas… me secundaron en la propuesta y alargamos el camino, pero resultó bien, pan de arequipe, pan de campo, galletas de chocolate, todo estuvo rico.

Cruzamos por el salto del Tequendama con el río Bogotá muy, muy cerca, demasiado.  Todo anduvo bien hasta allí. Rabia y frustración en medio del penetrante olor putrefacto, la maravilla del paisaje se deteriora por completo y causa un dolor profundo ver lo mal que hemos tratado el medio ambiente, somos increíblemente dañinos para la naturaleza… damos pasos para cambiar la situación, pero parece una minucia.

Pasamos así el finde extendido, llegamos dorados, picados y con bonitos recuerdos. Me encantó ver lagartijas alimentándose… cazar insectos es todo un arte. Es admirable la capacidad de sobrevivir y la lucha por no extinguirse de todos los animales... Con curiosidad disfrutamos observando la fauna del lugar, los animales que encontramos de una u otra forma nos conectan a recuerdos y emociones de nuestra infancia, una muy diferente a la que les ha tocado a nuestros peques. Ojalá podamos repetir pronto, porque sin duda, la energía de los paseos nos recarga y entusiasma.

 












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