Estar en movimiento

Septiembre ha sido especial, no solo cambiamos de año escolar, el peque cumplió y de a poco tratamos de retomar actividades que nos recuerdan que el mundo puede ser una fiesta; también, en busca de un extra de paz, emprendí caminos para sentir la naturaleza más cerca

Puesto sobre la mesa el cariño inmenso y especial que siento por las montañas que rodean nuestro hábitat y curiosa por saber si era o no capaz de llegar a la cima, poco a poco fui avanzando y alcancé los más de tres mil metros que tiene el páramo. Después de ver que por acá se graduaban de campeones de montaña, tenía que intentarlo también. El plan me está encantando y aunque me canso, me fascina sentir la fuerza de la respiración, buscar mi propio ritmo, ir aprendiendo que el esfuerzo no puede ser el mismo en todo el trayecto y compartir recorrido con ocasionales acompañantes... aquellos ciclistas que se rinden ante la pendiente y descienden, pero siguen a pie. 

Con decisión inusitada, valentía y mucha ilusión, sumando pasos rumbo a la cima o a cualquier parte, he dado agradables paseos por caminos veredales, descubriendo lugares preciosos, sintiendo el alegre jolgorio de los pájaros que cruzan de rama en rama y casi ni se ven, divirtiéndome sola en cada instante del camino… gallinas asustadizas, campesinos cosechando, vacas atravesadas, ciclistas caídos, ciclistas entusiasmados, perros irritantes, perros que buscan compañía, en fin, de todo un tanto.  Lo mejor quizá, descubrir en el ascenso que la neblina empieza a llegar y el aire comienza a enfriarse y se siente húmedo, me encanta la atmosfera que se crea y estar allí es mi momento zen del día, poder disfrutar la belleza generosa de estos paisajes me reconcilia con la vida.






Sucesos populares

Colectivo familiar

Sin rumbo fijo

―denota negación―